lunes, 2 de mayo de 2011

El cuento de la lechera

El artículo 47 de la Constitución española establece que «Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos».


Supongo que a todos los que conocemos este artículo de la magna ley, nos sorprenderá el hecho de que a alguien se le ha olvidado en el fondo de un cajón. Y los que no la conozcan, se echarán las manos a la cabeza, incrédulos, estupefactos, y tras el espanto inicial, todos nos uniremos en un berrinche conjunto contra la madre patria y sus patrios hijos, porque ahora, en este preciso instante, en algún lugar de este país, de esta pequeña piel de toro arrugada por la injusticia, otra familia dormirá en la calle. Cientos de impagos que se van acumulando: nos asfixia esta sociedad de consumo en la que nos vemos inmersos, pero de la que no sabemos salir, o quizá no queremos. Bien cierto es, que papá Estado debería de protegernos frente a la especulación inmobiliaria, debería de habernos avisado de que era mala idea jugar al monopoly, tendría que haber prohibido que malgastásemos un dinero que no teníamos, pero sobre todo, tendría que habernos dicho que no podíamos confiar en alguien que nos presta dinero. Sin embargo, no lo hizo. No se comportó como debió de haberlo hecho, pero ya somos mayorcitos y no podemos culpar eternamente a los demás, cuando la mierda nos llega al cuello. No podemos culpar al estado, ni a los bancos, ni a las hidroeléctricas, ni siquiera a las compañías telefónicas, porque la culpa, la culpa es toda nuestra. Si, no se sonrojen. Nos hemos acostumbrado a un ritmo de vida no apta para nosotros: el obrero, el trabajador de clase media, como lo somos la mayoría de los españolitos de a pie, no se puede ir de vacaciones tres veces al año, no puede tener un mercedes a la puerta de casa, mientras que el utilitario, o sea el audi descansa en el garaje. No podemos tener móviles de última generación, ni esas minimáquinas que nos hacen el café de cafetería, no podemos vestirnos de armani, y tampoco podemos hacernos infiltraciones de botox. Puede ser que parezcamos de clase alta, pero no lo somos, y lo que es peor, no podemos permitirnos ese lujo. Hemos tenido que recibir este puntapié, en nuestros acomodados culos, para que realmente nos diésemos cuenta del lodazal en el que estamos inmersos. Aún así, la mayoría sigue en su cómoda nube, pensando que a ellos jamás les ocurrirá lo mismo, que esas desgracias, que quedarse en la calle con dos maletas, los niños y una maceta, a ellos jamás les ocurrirá. Pues mirarlos bien, porque cada vez son más, cada vez somos más; el agua nos ha llegado a la nariz y podemos respirar a ratitos, pero tened cuidado porque el nivel sigue subiendo y no hay donde agarrarse. Sin quererlo estamos protagonizando el cuento de la lechera, y como ella, ahora estamos sin nada. Ya dijo Calderón que los sueños, sueños son, y que razón tenía. Bajemos de la nube, de vez en cuando, a echarle un vistazo a la realidad, por muy dura que esta pinte.

3 comentarios:

  1. Buenísimo Fini!!! glup, glup, glup...

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  2. De nuestra sangre se nutren los buitres bancarios, que antes de ser cadáveres nos arrancan las vísceras... Y los gobiernos vendidos al FMI y al banco Mundial se la trae floja. Este sistema está caduco y hay que cambiarlo y es tan fácil como que todos dejásemos de pagar los créditos y sacásemos los "cuartos" de los bancos.. la Banca y el sistema se hundían...

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  3. Pronto nos acostumbranos "al buen vivir" hipotecándonos hasta la cejas y después...
    Pero quién nos puso la miel en los labios...desde luego que tenemos que asumir nuestra parte de ingenuidad, todo facilidades y después TÓMATE ESA.Deberíamos aspirar a vivir como vivían nuestros abuelos, años 20's,30's II República y no a acomodarnos como señoritos, que ni somos ni poedemos ser...En fin ....

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