sábado, 12 de febrero de 2011

Tras la oscuridad

Se abalanza la aurora sobre la mañana
y crece esperpéntica, callada, a veces sombría.
Espabila valle abajo
allá donde crecen los ecos de nuestro amor perdido.

Y avanza con esa blancura radiante,
solemne, avasalladora de niños imberbes,
de soñadores insonnes,
que vagan sin rumbo por las calles.

Pronto caerá sobre la ciudad adormecida,
anestesiada y sumisa
ante la febrilidad de sus calles,
de sus gentes, de sus idas y venidas.

Corre rauda la aurora,
hincha sus pulmones con esa rabia contenida
porque la arena del reloj se le escapa
agazapada en un altillo, en alguna cornisa.

Sólo mira el mar, el horizonte teñido
que se clava en esa alma encogida.
Una sintaxis confusa en la gramática celeste,
la epopeya bíblica del claroscuro.

Empuja el mar la oscuridad,
la siente, la huele, la ve,
donde el resto no concibe
que hay otra realidad.





4 comentarios:

  1. Precioso!!!!
    Hace pensar q deberíamos dibujar otra realidad!!!!
    Gracias!!! :)

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  2. Las letras, perdón, los escritos, tienen que producir sus efectos: con sensaciones, aparentemente sencillas, me basta. Y este poema me llega. Gracias.

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  3. Gracias a ti por leer!!! Es un placer poder contar contigo.

    un abrazo.

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