lunes, 3 de marzo de 2014

Elegí ser peón

Nunca fui reina, escogí ser peón
en primera fila tras el telón.
Nada acotará mi movimiento
y a falta de talento
es mi pluma, cincel que moldea tu intelecto.
Se me acaba el tiempo,
se derriten las horas sobre el cemento,
la vida no concede un segundo intento,
blancas mueven, negras pierden.
Acecha la noche tras cualquier esquina
y me mira la luna pero le digo que ya no quiero.
Aprendí a esquivar las sombras
de la mano de mi propio monstruo.
Ahora camino entre lo burdo y lo ambiguo
arañando la tierra en busca del continente perdido.
Agarrotados los dedos afino el drama
hasta que el dolor sea nota del piano al viento.
No hay mejor defensa que un ataque en masa
ni mayor ofensa que dar por perdido
aquello que jamás has intentado.
Amargo el paladar de tragar tanta vida,
me ahogo en vómitos de melancolía
y mis sueños, plumas de cuervo negro.
Maúlla el miedo en mi tejado,
aúllan las tinieblas de este corazón embarrotado
y aún así, sigo volteando sobre el filo de los años,
maquillando en grises la suela de los zapatos.
Tintienean las campanas con mi último suspiro,
penúltima llamada en un mar de dudas,
porque en esta vida en la que pasa de todo
menos ese todo que cambia y muda.
No, no necesito ser reina,
no necesita mi ego del aplauso generalizado,
ni castillo en la cumbre,
ni caballero armado.
Llamadme cobarde si eso os hace dormir tranquilos,
podéis apedrearme si así se liberan vuestros miedos,
soy ese Guadiana que aparece o se esfuma,
pero que a nadie pide permiso.
Y en este punto me paro, y me hago humo
o me transmuto en niebla y todo lo inundo.
O escojo vida, o que batalla libro,
o a que guerra me adhiero,
porque elegí ser peón,
en primera línea tras el telón.