sábado, 28 de mayo de 2011

Ágora

Hubo un tiempo, durante la cultura micénica donde la gente comenzó a reunirse en el centro del pueblo para discutir, para hablar: de filosofía, de política, de religión. Luego más tarde, tras la caída de este imperio, los griegos allá por el siglo VIII a.c. inventan el ágora, que se convierte en la característica principal de toda la polis. Situada en la parte baja de la ciudad, tiene de innovador el hecho de que a partir de este momento la actividad de la acrópolis (palacio o fortaleza) pasa a un segundo plano. Las actividades que en principio se realizaban dentro de la ciudad, dejan de hacerlo, pasando a desarrollarse en este nuevo centro neurálgico. Con el tiempo, además de los juegos, del teatro, de los mercados semanales, comenzaron a construirse los edificios que eran necesarios para albergar todas las actividades que se estaban a desarrollar. El ágora ( que traducido de griego significa asamblea) llegó a ser el centro de las polis (ciudades), tanto desde el punto de vista comercial y económico (mercados), desde el punto religioso (al encontrarse allí los lugares del culto del fundador de la ciudad o las deidades protectoras) o desde el punto de vista político al ser el lugar de reunión de los ciudadanos para discutir los problemas de la comunidad y decidir colectivamente  sobre las leyes. 

Muchos siglos después los romanos les llamaron foros, y hoy, las conocemos como plazas. Lo llamativo de este dato, que carece de importancia, es que tras 28 siglos hemos recordado para que sirven, cuál es el sentido primigenio de su creación. Han tenido que pasar tal cantidad de años, para que recordásemos que todo lo que hay en este mundo, lo creamos nosotros: el pueblo. Tenemos que recurrir a los griegos para rememorar que DEMOCRACIA significa el poder del pueblo, que éramos nosotros los que decidíamos, los que discutíamos, y los que, libremente, decidimos darle nuestro poder a un Senado para que nos representase en las altas instancias ante la incapacidad de que el pueblo en masa acudiera al edificio. Hemos tenido que recorrer este largo camino para acordarnos de que la base de nuestras leyes están en la ley Romana, herencia de la griega, y que tenía como base el pueblo y su bienestar. Hemos olvidado tantas y tantas cosas; por dejadez, por hastío y cansancio. No es la primera vez que ocurre, pero claro ya no nos acordamos, simplemente porque a nosotros no nos tocó vivirlo. Podría contar cada una de las veces que a lo largo de la historia los pueblos se revelaron contra sus gobernantes. Ninguna de esas historias, y mencionaré alguna: la caída del imperio romano, la revolución francesa, la rusa, la 1ª y 2ª guerra mundial, se parecen a lo que estamos viviendo en estos momentos. Pero, sin embargo, si que tienen una base idéntica, y es la indignación del pueblo ante los atropellos sufridos. Tenemos tanta historia a la que remitirnos para no cometer los mismos errores, tantos datos para que esto llegue a buen puerto, que me parece inaudito que nuestros gobernantes sigan usando los mismos medios que en aquel entonces: nos controlan a base de fuerza. Saben que pueden hacerlo, y desgraciadamente, nosotros también lo sabemos aunque nos cueste un triunfo reconocerlo. Durante muchos siglos se nos prohibió tener acceso a la información, porque un pueblo informado deja de ser sumiso. Usemos ese poder, el del conocimiento, el de la verdad, no el de los chismes a medias, para llegar a todo el mundo. No llega con alterar las conciencias, vivimos rodeados de pollitos, de personas que no tienen tiempo para pensar en como se financian los partidos políticos porque su mente está ocupada en llegar a fin de mes. Somos débiles, nos han hecho así, es más fácil doblegarnos. No me creéis. Hoy en todas estas plazas, en estas asambleas, habrá un parón de dos horas para contemplar el circo. Hasta en eso seguimos como en la época romana. Sangre y pelea para calmar al pueblo enfadado, y nosotros como gilipollas seguimos tragando. Pero, ¿cómo podemos hacer un parón en esta lucha para ver a 22 idiotas corriendo tras un balón? Y no estoy en contra del deporte, todo lo contrario. Lo que me hace hervir la sangre, es ver a 22 personas que tienen unos sueldos veinte veces mayores que los nuestros, y que jamás, y escuchadme bien, jamás vendrán a sentarse con nosotros a ninguna plaza porque esta lucha no va con ellos. ¿Donde están todos esos actores, escritores, sindicalistas, y gente chachi que encabezaron las manifestaciones en contra de la guerra de Afganistán? ¿Acaso nuestra lucha es menos digna? Claro, ya lo dijo ayer Sarkozy, no podemos compararnos ni con Egipto ni con Libia, tenemos una gran Democracia. Y yo no voy a entrar a discutir de su grandeza, pero a la historia me remito de nuevo, esta Constitución que tenemos, madre de nuestras leyes actuales fue hecha a prisa y a correr para salir del paso; vamos, para librarnos de una vez de la Dictadura que pesaba sobre nuestros hombros. Creo que pasados más de treinta años es necesario renovar nuestro fondo de armario y subir las últimas actualizaciones porque esta máquina va demasiado lenta.

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