jueves, 30 de diciembre de 2010

Amor de otoño




Lágrimas,
gotas de lluvia
que van resbalando por mi espalda
hasta derramarse en tu boca.

Quiero,
que no cese la tormenta
 y que se lleven las hojas
nuestro pensamiento.

Viento,
que trae olor a ti
retozas en mi lecho
buscando donde dormir.

Amor,
que llegaste en otoño
con versos encadenados
que sollozan en mi pecho.

Escucha,
como susurra el silencio
palabras en mi oido
aliento de tu boca.

Déjame,
descubrir de nuevo esa mañana
y que la luna se acomode
de nuevo, en la almohada.









martes, 28 de diciembre de 2010

Fría noche de desierto

Fría noche de desierto
rompe el sueño una bala
silbidos que sesgan el aire viciado
el miedo se cuela en tu alcoba.
Hilera de muertos que gritan
las voces de las montañas que claman
guiñapos humanos enterrados en vida.
Muerte que eres amiga
compañera
madre
hermana
vecina
sangre que brota
de la fuente de la vida.
Oasis de un caluroso día
vergel perdido que no encuentra
el camino de vuelta
en esta fría noche desierta.
Tú impotencia crece en el jardín
al lado de la puerta
esa cerca que separa
la fría noche del caluroso día.
Y cae de nuevo el sol
corre el miedo se menea
colándose por la chimenea
enséñame luna ¿quién es mi enemigo?
Almas sin losa
yacen en la carretera
sin vida
sin ilusiones
sin sueños.
Cobardes fantasmas blancos
que corréis por los caminos
dioses sin reino demonios con dinero
¿quién me da miedo?
dime luna
¿quién es mi enemigo?

lunes, 27 de diciembre de 2010

Quijote de mar cantábrico

Quijote de mar cantábrico
pintor de alma errante
piedras de un mar oscuro
donde poder fundir el arte.
Erguido el mástil ondea
un fémur y una calavera
improvisado pincel
untando el óleo un corcel.
Y en el fondo del mar
se agitan las olas de tu mente
ya no hay molinos que derribar
se los llevó la muerte.
Caballero de triste figura
soñador de otro mundo
arquitecto de ese verso
que no necesita letra.
Es la línea del horizonte
esa imaginaria paleta
donde a menudo se templan
el amor y la conciencia.
Quijote de mar cantábrico
que viajas sin escudero
no me despiertes de este sueño
no quiero no quiero...

A Miguel Serrano.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Espero que vuelvas


Retazos de un futuro
es el calor de mis mejillas
una fórmula química
que mis ojos deletrean.
Huellas en mi piel
tatuadas a fuego
como un diente de león
que se lleva el viento.
¿En qué mapa está el camino
que me marcaste?
¿A donde fueron los besos
que me diste?
Ahora tus palabras huecas
son el cajón
donde guardo mi corazón
mientras espero que vuelvas.
Guión de un acto ya representado
en otros muchos teatros
soy esa muñeca de trapo
que ya no quieres tener en brazos.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Blues de carretera

Cantando un blues
rasgando las cuerdas
amor de carretera
tu vida en una cuneta.
Whisky navegando por las venas
aire enrarecido, una voz rasgada
luces rojas que anuncian
un amor incompleto.
Rueda el rock
chirrían sus ruedas
goma quemada
dentro de una cerveza.
Ensalada de sábanas
en el motel de un pueblo
tumulto de lagunas
de una vida paralela.
Semillas que jamás germinarán
en praderas estériles.
Cantando un blues
rasgando las cuerdas
amor de carretera
tu vida en una cuneta.

martes, 21 de diciembre de 2010

Último viaje, tu cuerpo

La bruma que se desliza por el valle
calor que emana de tu vientre
ríos de espuma alborotada
que escapan de tu mente.

Recorro con mis dedos los puntos cardinales
mi lengua, brújula despistada ya perdió el norte
vagabundo de tu alma corrompida
ermitaño de tus valles y montes.

Dialectos inconexos que viajan de este a oeste
palabras sordas que escapan de tu ombligo
y que se mezclan en el aire
con el olor de mis suspiros.

Y allá donde todo pierde su nombre
el reloj detiene sus horas
verde pradera, campo floreciente que calmas mi sed
sueñame el camino con todas las notas.

lunes, 20 de diciembre de 2010

PON UN POEMA DEL 27 EN TU BLOG

En volandas,

como si no existiera el avispero,

aquí me tienes con los ojos desnudos,

ignorando las piedras que lastiman,

ignorando la misma suavidad de la muerte.



¿Te acuerdas? He vivido dos siglos, dos minutos,

sobre un pecho latiente,

he visto golondrinas de plomo triste anidadas en ojos

y una mejilla rota por una letra.

La soledad de lo inmenso mientras media la capacidad de una gota.



Hecho pura memoria,

hecho aliento de pájaro,

he volado sobre los amaneceres espinosos,

sobre lo que no puede tocarse con las manos.



Un gris, un polvo gris parado impediría siempre el beso sobre la tierra,

sobre la única desnudez que yo amo,

y de mi tos caída como una pieza

no se esperaría un latido, sino un adiós yacente.



Lo yacente no sabe.

Se pueden tener brazos abandonados.

Se pueden tener unos oídos pálidos

que no se apliquen a la corteza ya muda.

Se puede aplicar la boca a lo irremediable.

Se puede sollozar sobre el mundo ignorante.



Como una nube silenciosa yo me elevaré de mí mismo.

Escúchame. Soy la avispa imprevista.

Soy esa elevación a lo alto

que como un ojo herido

se va a clavar en el azul indefenso.

Soy esa previsión triste de no ignorar todas las venas,

de saber cuándo, cuándo la sangre pasa por el corazón

y cuándo la sonrisa se entreabre estriada.



Todos los aires azules…

No.

Todos los aguijones dulces que salen de las manos,

todo ese afán de cerrar párpados, de echar oscuridad o sueño,

de soplar un olvido sobre las frentes cargadas,

de convertirlo todo en un lienzo sin sonido,



me transforma en la pura brisa de la hora,

en ese rostro azul que no piensa,

en la sonrisa de la piedra,

en el agua que junta los brazos mudamente.

En ese instante último en que todo lo uniforme pronuncia la palabra:

ACABA.


Vicente Alexaindre: Acaba









viernes, 17 de diciembre de 2010

Entiéndeme tú

Tic-tac, tic-tac, tic-tac, resuena dentro de mi cabeza
tengo tantas cosas por hacer
es por culpa de la torpeza
anda mi alma sin fuerza.

Yo ya no veo la luz
al menos, entiéndeme tú
agárrame y ayúdame a levantar
al menos, inténtalo tú.

Condenada al ostracismo
marcho con la cabeza gacha
sufriendo esta transformación
este gusano que quiere ser mariposa.

Bajo la oscuridad
al menos, entiéndeme tú
ya no hay verdad
al menos, inténtalo tú.

martes, 14 de diciembre de 2010

Absurdo

Resulta cada vez más difícil andar por el mundo. Y me explico. No me refiero al evitar charcos y adoquines levantados, a sortear coches aparcados en doble fila sobre la acera, o a intentar ir al mercado sin ser aplastada por la marabunta. Cuando eramos niños nos enseñaron que no debíamos hablar con desconocidos, que no debíamos ir con extraños. Incluso los cuentos infantiles que nos leían cada noche: caperucita, los siete cabritillos, nos advertían de los peligros que nos acechaban en el exterior. Pero ahora, sin embargo, todas aquellas advertencias no sirven de nada: porque nada es lo que parece. Parapetados tras máscaras y antifaces, viviendo un perpetuo carnaval de mentiras y engaños. Vendemos un mundo ficticio, un sueño que algunos han convertido en pesadilla.

Y me pregunto, ¿ y ahora qué?

Somos quizá ese reflejo esperpéntico que vemos en el espejo, ese mundo de charanga y pandereta que alarga o acorta su levita dependiendo de la moda.

Ahora que el lobo come de mi mano, he de esconderme tras las zarzas para que no me encuentre caperucita, y los enanos de Blancanieves crecen y se multiplican a mi alrededor intentando ser el más bello. A veces, me cansa en sobremanera, jugar a este juego absurdo y elevo mis quejas hacia un cielo que ya no me escucha. Ahora, toca esperar. Recorrido ya todo el camino, me he dispuesto a vivir en otro mundo, en ese que un día se inventó un principito, y que ahora, ha subarrendado a otros tantos idiotas, como yo.

jueves, 9 de diciembre de 2010

ARS AMANDI

Hace más de dos mil años, Ovidio, ya tenía claro, que la humanidad necesitaba de un tratado sobre el amor. En tres capítulos, dos dirigidos a los hombres y uno para las mujeres, describe con todo lujo de detalles todo lo que ha de hacer el amante que quiera ser correspondido. Lo curioso de esto, es que tanto tiempo después podríamos seguir aplicando estas directrices porque su contenido es totalmente actual. Es más, incluso sus propuestas para ligar, bien se podrían comparar con los reportajes que salen en las revistas dirigidas tanto al público masculino como femenino, y que todos hemos leído en alguna ocasión. Aunque ya hace un tiempo que lo leí, estos días echándole un vistazo me he dado cuenta, que en lo básico recomienda lo mismo a las féminas y a los caballeros, y me ha hecho gracia, porque esto refrendaría mi teoría de que a pesar de todas nuestras diferencias, todos buscamos lo mismo.
Lo primero que nos recomienda el escritor es que salgamos: a pasear por la plaza, por el mercado, acudir a los festejos y al circo siempre que sea posible. El presentarse siempre bien aseado y bien vestido es la segunda recomendación, pues dice que es primordial no provocar rechazo en la persona deseada. A partir de aquí comenzaría lo que vulgarmente conocemos como "acoso y derribo". Nos indica que debemos conquistar primero al sirviente o esclavo que lo acompañe para facilitar así el acercamiento. Como por fortuna ya no tenemos esclavos, pensadlo ¿ a quién recurrimos entonces? por supuesto a su mejor amig@. Una vez se produce el ansiado contacto, Ovidio nos advierte que el trabajo de conquistar es arduo, pero que no desistamos porque cuánto más nos difícil sea conseguirl@, más disfrutaremos una vez hayamos finalizado. Apunta que no sintamos vergüenza a mostrar nuestros sentimientos en público, unas pequeñas lagrimillas en el momento acertado, son más puntos a nuestro favor. A los hombres, literalmente les dice que no sientan ningún tipo de remordimiento si tienen que "arrastrarse" y a nosotras nos induce a que seamos duras, que no nos dejemos convencer a la primera de cambio. Por los dioses, que han pasado dos milenios y seguimos jugando a lo mismo, y por más que quiero, no puedo dejar de reír a medida que sigo leyendo.
La segunda parte del poema, nos enseña la parte más difícil del amor; mantener de por vida el amor que tanto hemos ansiado, y por él que tanto hemos luchado.
Supongo que en esta parte, da igual los consejos que nos den, incluso leyendo el texto, cada cuál podría hacer su interpretación. Siempre se nos dan las mismas pautas, pero estoy convencida de que no existe una fórmula mágica: sólo, que las dos personas en cuestión, estén decididas a que funcione.
Para finalizar me gustaría hacerlo, con un pequeño fragmento de esta obra maestra: seguid su consejo, o al menos intentadlo, merecerá la pena.

Si hay algo que merezca confianza,


son los consejos de mi tratado, fruto de una larga experiencia;

nuestros versos no defraudarán vuestra confianza.

¡Que la mujer sienta el placer de Venus penetrarla

hasta lo más profundo de su ser, y que el goce sea igual

para su amante que para ella! ¡Que las conversaciones amorosas

y los dulces murmullos no se interrumpan jamás,

y que las palabras lascivas encuentren un lugar entre

vuestros juegos! "

jueves, 2 de diciembre de 2010

Quen sabe...

Quen sabe, si algún día
cando o sol sexa negro
e a lúa xa non se reflexe na pía,
cante o se cantar o galo negro.
Entón chegará a salvación
para o ladrón de alma impía
que da morte foi reo
e axusticiado pola inxusticia.
Fillo da desgracia
e do cruel castigo.
Irmán da borracheira
e do azaroso xogo.
Ca morte foi casado
e logo, comida para a cría
do inxusto pecado
da súa alma nimia.

martes, 30 de noviembre de 2010

MIRADAS

Siempre he oído que la mirada es el espejo del alma. Nunca, como hasta ahora, he estado tan convencida. Quizá tengan la culpa las clases de psicología, a las que una vez acudí, o las series pseudocientíficas que echan por la tele. No lo sé, la verdad no lo tengo claro. Sin embargo desde hace un tiempo, lo uso cada vez con más frecuencia, como medidor de fiabilidad. Si, es cierto, el grado de mi locura va en aumento a medida que cumplo años, pero a falta de un oráculo que me revele todo lo que quiero saber, es lo mejor que he encontrado. De momento los he agrupado en cuatro tipos, puedo imaginar que hay más, de todos modos creo que se podrán englobar en los grupos iniciales:

- El primer grupo, llamémosle "miradas sucias" es aquel en el que encuadro a hombres y mujeres que al mirarte lo hacen como si fueses un jarrón, un porsche, o una hamburguesa con patatas. Desprenden, en algunos casos, lascivia, pero en la mayoría son ansias de posesión lo que transmiten.
- El segundo grupo, las miradas terroríficas" son aquellas que como su propio nombre indican causan pavor. Ese miedo irracional que nos hace temblar las piernas, que nos hace sentirnos desprotegidos allá donde nos encontremos, que te atraviesan sin ninguna dificultad, como si estuvieses hecho de cristal. Si os soy sincera, de este grupo afortunadamente he encontrado pocos.
- En tercer lugar, pero no por ello menos importantes, son las "miradas neutras"; esas que por más que las miras no te transmiten nada, que te desconciertan porque no sabes que pensar, que en muchas ocasiones te llevan a equívocos porque no sabes a que atenerte.
- Y por último están mis preferidas, y supongo que las vuestras también: las "miradas puras" . Si, no estáis equivocados, me refiero a esas que normalmente tienen los niños de corta edad. Esos ojos cristalinos que sólo reflejan pureza e inocencia, porque aún desconocen la maldad, pero que al crecer se pierde irremediablemente. A pesar de todo esto, he de deciros, que existen excepciones a la regla. Por fortuna, conozco un par de casos...

sábado, 27 de noviembre de 2010

PREGUNTAS Y RESPUESTAS

Esta mano temblorosa escribe lo que estos labios sellados no se atreven a decir, lo que esta mente enajenada no acierta a comprender. Daga en mano, libro batallas, a diario, sobre papel mojado. Soy ese Quijote que lucha contra molinos amparándose en la justicia. Sin embargo, a veces, me sumerjo en historias y leyendas, y dejo que acaricien mis sentidos. Me dejo embargar, me dejo convencer de que soy ese pequeño David, que con una sola piedra venció al terrible Goliath. Entonces, y sólo entonces, es cuando me doy cuenta de que soy un pequeño grano de arena en este gran desierto. Totalmente insignificante, arrastrada por el siroco de una duna a otra, sin la suficiente fuerza para oponerme a mi destino. Sobrevivo varada de orilla en orilla, empujada por la fuerza de un río rabioso y enfurecido que me empuja hacia un mar hacia el que no quiero ir. Lucharé como ese pequeño pez, y viviré contra corriente, aunque al final como a él , me sobrevenga la muerte. Y supongo, que como de costumbre, estas palabras caerán en saco roto; sólo ansío como aquel filósofo a que busques nuevas preguntas, ellas solas te darán la respuesta.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Século escuro

Acabo de acadar unha etapa máis reflexiva, máis intimista da miña vida. Supoño que un chega ata aquí cando levamos percorrido un bo anaco de camiño; ou non, a saber. Tamén podo botarlle a culpa á crise: á crise bancaria, á crise bursátil, á crise mundial que nos levou o sol mergullándonos nunha escuridade permanente. Algo anda a bulir dentro de min, quizá sexa ese verme fedorento que che roe as entrañas, ante a túa total quietude. Teño esa extraña sensación de vivir isto antes, un déja vú, dirían os franceses. Non sei, os pensamentos rebulen dentro da miña cabeza buscando outro oco onde poder aniñar.

Pecho os ollos, volto para a casa. Meus nenos teñen fame. Está sendo un mal ano; o millo e o trigo pudriron na aira, e o pouco que quedou leveillo ó señor en pago da renda. Pareceulle pouco, claro, e levoume tamén a vaca. A ducia de ovos que teño gardada, heilla de dar ó mestre, para que lles aprenda as letras ós nenos que aínda non saben a língua de castela. E o touciño é a bula do crego, ese pedaciño de ceo que agarda por min. Non hai nin un´so sitio na aldea onde poder ir gañar un peso, non sei que vai ser de nós.

Século escuro, este que nos tocou vivir. Nisto andaba a pensar, mirando a rúa a través do cristal. Agachada nunha esquina,vendo como a saravia peta contra as fiestras. Esperando aquí que o sol volva sair.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

SIN CIENCIA

Sin ciencia soy,
con ciencia existo.
Si existo, luego soy.
Soy ese sol que cada noche se sumerge en el océano
para resurgir cada mañana de sus propias cenizas.
Soy esa espada templada
a golpe de martillo
Soy la ciencia y la conciencia
del pensador aturdido.
Soy el humo de un cigarro
expirado por los labios del olvido.
Soy ese pico intransitable
que adorna la montaña.
Soy esa gota de rocío
que riega la mañana.
Soy un halcón peregrino,
ese sueño que vuela.
Soy esa gota de vino
perdida en la bohemia.
Soy...y si soy, luego existo.

martes, 23 de noviembre de 2010

HOJA EN BLANCO

Tú eres la sombra, la luz,
la calma y el viento.
Tú eres el mar, el desierto,
la pluma que escribe mi verso.
Yo soy esa hoja en blanco
ese poema incompleto.
Yo soy esa canción sin letra
esa borrasca sin tormenta.
Yo, atada a un huracán
sólo sé que no sé nada.
Tú, escondido en algún rincón
buscando una palabra.
Soñando un mundo mejor
que suene el corazón.
Gritando al viento
que ya no queda rencor.
Soy esa rosa sin espinas
que ya no te hará llorar.
Soy ese mar en calma
que ya podrás surcar.
Atrapados en la cola del tiempo
no existen lobos con piel de cordero,
ya no queda sufrimiento,
sólo el calor que arrastra el viento.

jueves, 18 de noviembre de 2010

BRUJA

Recorro cada mañana el mismo sendero del bosque, y parapetándome tras la bruma evito su contacto. Me escabullo lo mejor que puedo, a pesar de que últimamente me cuesta mayor esfuerzo hacerlo. No siento miedo, si eso es lo que estáis pensando; las alimañas del bosque son mis únicas aliadas, me prestan su ayuda, y sin lugar a dudas son las más fieles compañeras. Pero de vez en cuando alguno de ellos me busca. Cuando todo su mundo conocido les falla quieren dar conmigo, y entonces, sólo entonces osan a entrar en mis dominios en busca de una solución. Pero no todos son dignos de recibirla, sus negras almas se muestran ante mi, a través de sus ojos, y es cuando decido quienes de ellos son merecedores de mi ciencia. Sólo los puros de corazón podrán llegar hasta mi, sólo aquellos que estén dispuestos a alterar su conciencia y su pensamiento, sólo esos podrán tener todo mi conocimiento. Sé que estaréis pensando que tengo un espíritu vengativo, que me idolatro en sobremanera, pero nada más lejos de la realidad. Hubo un tiempo en el que viví entre ellos, intentando amoldar mis costumbres a las suyas, ayudando a quién me lo pedía sin recibir nada más que un mendrugo de pan a cambio. Y al final, un buen día entraron en mi casa echando la puerta abajo, destruyendo el trabajo de meses, arrasaron con todo aquello que sus cortas mentes no alcanzaban a entender. Me hicieron prisionera, me ataron con cadenas como si fuese una bestia y me condujeron ante su tribunal de hombres. Hombres malvados, que amparándose en su dios, intentaron limpiar mi alma con fuego.
Pero el destino quiso que mis días no llegasen a su fin, el carcelero dejó que me fuese antes de que amaneciera. Sintió que no era justa mi muerte, me devolvió mi vida a cambio de la de su hija. Me siento feliz a pesar de todo, lo único que me duele, es no tener a quién transmitirle toda mi herencia.
Este conocimiento ancestral que yo heredé de los mios, ahora se irá conmigo, enterrado en esta oscura parte del bosque. Pero para que esto ocurra aún quedan muchas lunas, mientras tanto, seguiré haciendo esto que alguien tachó de herejía. Si, soy una bruja, una hechicera, la amante del diablo, esa perra indómita que jamás se arrodillará ante ningún dios, ni ante ningún hombre.
Si, lo admito.

martes, 16 de noviembre de 2010

Nada quedó

El viento sopla y mueve el mundo
busco tu sonrisa en ese espejo
la bruma inunda este corazón
ya nada quedó, todo se perdió.

Una margarita se deshojó
tus besos en un sobre yo guardé
esperando que sólo fuese un sueño
pero al final me equivoqué.

La pluma descansa ya
oculta en el fondo de un cajón
nuestro libro se terminó
cuando el viento lo deshojó.

Ya nada quedó, todo se perdió
el espejo se me rompió
tus besos seguiré guardando
y pensaré que no ha sido un sueño.

jueves, 11 de noviembre de 2010

ESENCIA

Últimamente, hablo mucho, o quizá demasiado sobre la condición humana: en el facebook, delante de un café, en cualquier tertulia sale a colación, incluso mi post de cegados por la egolatría barajaba la posibilidad de que todos fuésemos unos asesinos en potencia. Ray, mi colega bloguero, me comentaba, que a pesar de todo ello no debemos de perder la confianza en la condición humana, y mucho menos dejar de ser fieles a nuestras convicciones.

Hoy le agradezco, desde aquí, que me lo haya recordado.

A pesar de todos mis defectos, que son muchos y variados, intento vivir sin dañar a nadie; pero es obvio, que no lo consigo. Y hoy he aprendido, que a pesar de todos mis esfuerzos soy capaz de contrariar a los demás, incluso hasta el odio...

miércoles, 13 de octubre de 2010

Un lienzo a la esperanza

Cada uno de los botecitos dispuestos en fila, parecían soldaditos de plomo en el campo de batalla. Inmóviles, impasibles, estáticos a la espera de que alguien dé una orden. El campo de batalla descansa a sus pies, en su alma aún quedan restos, partes impregnadas de la última batalla, que ni siquiera el paso del tiempo ha sido capaz de borrar. Los días se hacen eternos, la incertidumbre de lo que va a suceder arruga sus almas como si fuesen trapos. Por fin, una mañana, la luz inundó la estancia. Los tímidos rayos invernales se colaban por cada uno de los agujeros que conformaban la persiana azul. Aquella persiana que había ensombrecido, tantas y tantas veces, sus vidas, ahora plegada sobre si misma abría un abanico de posiblidades. A través del cristal se apreciaba el manto blanco que cubría el jardín. Todo había desaparecido bajo aquel lienzo sin color. Las figuras habían perdido sus formas, lo vivo parecía totalmente inerte, la redondez del mundo estaba diluyéndose paulatinamente, bajo la atenta mirada de aquellos pequeños tubitos. El magenta fue el primero en alzar la voz, ´la fiereza emanó de su garganta, y retumbó en cada uno de los recovecos de la habitación. Sólo el añil se atrevió a decir algo. Los demás, enmudecidos, no hicieron más que aprobar aquella decisión unilateral. Uno a uno saltaron de la cajita de madera donde reposaban, en fila india tomaron posiciones ante el cordoncito del estor y se deslizaron hasta caer suavemente en el escritorio que había debajo. A modo de bailarines de break-dance, rotaron sobre sus cabezas y fueron desprendiéndose de los tapones. Al rato, uno de ellos se dejó caer sobre una fina madera, mientras que otros dos saltaban encima de él. Durante un buen rato todos ellos siguieron el mismo rictus hasta que no quedaba ni uno sólo. Al terminar, volvieron a repetir la primera acción, y una vez colocados de nuevo los tapones se separaron de la paleta. Justo en ese instante, por detrás del caballete, apareció él: altivo y elegante, todo vestido de negro le imprimía cierto aire aristocrático. Tras mirarlos detenidamente, comenzó a correr entre ellos, a dar saltos, a untarse hasta lo más profundo de su ser, y luego presa de su propio inconsciente garabateó un nuevo mundo; otro distinto que pudiese suplantar aquel arrebatado por el manto blanco. Durante horas siguió el mismo sendero, una y otra vez, hasta que los colores de la paleta ya sólo eran sombras del pasado. El día tocaba a su fin, los morados, magentas y anaranjados teñían por última vez aquel cielo. Pero algo era distinto a otros días, quedaba el recuerdo flotando en el aire, y en el lienzo, el futuro esperanzador de un nuevo día, de un nuevo mundo.

lunes, 4 de octubre de 2010

Otro otoño....


Las nubes negras, que veo desde mi ventana, cruzan veloces el cielo.
Empujan la claridad del cielo al rincón del olvido,
riegan nuestras vidas con lágrimas frías.
Esta noche, bajo ese cielo estrellado, que no puedo ver
dormiré sobre ese manto de hojas que cubre mi jardín.

Esperaré al sol, dejaré que acaricie este cuerpo inerte...
sólo las alimañas serán mi única compañía.
Otro otoño.... y seguiré esperando a que vuelvas.
A que vuelvas, de nuevo, a mi vida.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Cada día, en cualquier parte del mundo, personas anónimas se despiertan de manera diferente: enamoradas.

Amando como no lo han sentido jamás. Con esa fuerza que, a veces, parece sobrehumana.

La teoría nos dice que es el sentimiento perfecto, pero ¿por qué duele tanto amar?, ¿ por qué nos doblega,

 por qué nos humilla, por qué nos hace llorar?

¿Por qué nos empeñamos en complicarlo todo, en mezclar en el mismo bol rencor y odio? ¿En convertirnos

 en cruzados de una guerra inexistente, o parapetarnos tras muros inexpugnables de celos y envidias?

Con lo fácil que sería amar, sólo por el mero hecho...de ser amado.

viernes, 6 de agosto de 2010

SOÑAR


Cuando era niña soñaba, como todos los niños supongo, con cosas de niños. Mi mente se inundaba de princesas, de dragones, de castillos fabulosos, de nubes de algodón, de casitas de chocolate. Pasaba tanto tiempo soñando, que a veces necesitaba pellizcarme para volver de nuevo a este mundo. Volaba. Me dejaba ir con todo aquello que anhelaba, con todo aquello que me hacía feliz. De vez en cuando algún mayor me recordaba que tenía la cabeza llena de pájaros, y yo enojada, pensaba que si aquel don sólo lo teníamos los niños. Aún así era difícil creer que ellos no hubiesen vivido lo mismo, al fin y al cabo, ellos también habían sido niños. Al crecer, me prometí que jamás dejaría de soñar; y ahora cuando veo la cara de un niño me echo a reír, por que esos ojos y esas sonrisas sólo pueden tenerlas aquellos que pueden hacerlo.

Y yo me siento dichosa, porque a pesar del tiempo, sigo soñando con aquello que me hace feliz.

viernes, 9 de julio de 2010

El Legado

Con la piel tatuada por la vida y con el corazón roto he llegado al final del camino. Quisiera contaros que he sido totalmente feliz, que he disfrutado plenamente de mi vida, pero mentiría. Aprendí, quizá demasiado tarde, que sólo yo, era dueña de mi vida. Que no importaba lo estipulado, las reglas ni las normas, que nadie tenía potestad para tomar el timón de este barco. Dejé, entonces, que vientos huracanados me guiasen, que sólo las estrellas iluminasen mi camino. Decidí ver otros mundos, conocer otras gentes, empaparme de toda esa vida que había creído perdida. Al final de tan tortuoso camino me sentí cansada; cansada de ir dando tumbos de un lado a otro. De rebotar de una pared a otra, de sumirme en la más profunda de las tristezas. Así que, agarré mi corazón herido, y lo cosí pedazo a pedazo con cada pensamiento bueno que había tenido, con cada amor que había vivido, y al terminar vi que faltaban trozos. No eran muy grandes, pero si que los eché en falta. Rebusque en cada rincón del mundo, y al no encontrarlos, me di cuenta de lo que había pasado.

Este, es todo el oro que tengo, a vosotros os dejo esos trozos de corazón. Este es el legado, para aquellos, que una vez me amaron.

miércoles, 30 de junio de 2010

Y descendió el caballero de su fría torre,
tomó las riendas de su corcel
y atravesó la llanura cortando el aire.

El eco de su dolor retumbaba en la montaña,
valle abajo corría cada lágrima vertida
alimentando así, su vieja herida.

Al anochecer vencido estaba en cuerpo y alma,
y en aquella pradera blandió su espada.

Era ella y no otra la causante de su mal,
era ella, la que ahora, yacía moribunda.

martes, 8 de junio de 2010

1440 minutos


Dicho así, 1440 minutos parecen tanto tiempo. Una inmensidad de segundos y centésimas aparece ante nuestros ojos, mostrándose soberbia, altiva, invitándoos a malgastar todos esos minutos de sobra. Atónitos ante las manecillas del reloj no percibimos su maquiavélico plan. Giran y giran y el atento ojo, que desconoce el mecanismo, mira donde no hay nada que ver. Por que el tiempo, amigos, no se ve, no se huele, no se toca. Pasea entre nosotros impune, rozándonos la piel, marchitando nuestras vidas sin importarle nada. Y el Hombre en su afán de controlarlo todo, intento acotarlo; inventó calendarios, relojes de todos los tipos, pero el tiempo seguía escapándose. Luego decidió que la mejor manera de controlarlo era marcar un espacio para cada actividad, pero aún así no fue suficiente. Y ahora, embobados por nuestras ilusiones, embotellamos nuestras vidas en algo llamado "agendas", para que nuestra fugaz vida no se escape. 1440 minutos parece tanto tiempo, pero un sólo día... se hace tan pequeño.

domingo, 23 de mayo de 2010

DIFERENTES


Esta semana publiqué un post en el blog de "Cegados por la Egolatría" que trataba sobre los orígenes del juego de la oca. En las primeras frases hago referencia a todas aquellas tardes que invertí en tan misterioso juego, a lo que mi colega Ray respondió que él siempre había sido más de jugar al parchís. Ahora entiendo el por qué.

Para que podáis entenderlo, primero tengo que hablaros de los orígenes del parchís: Nacido en la India en el s. XVI con el nombre de Parchisi, llega hasta nosotros como una fiel representación del original. El tablero en forma de cruz es la copia del jardín del emperador Akbar el Grande. El centro del tablero representa el trono en el que se sentaba el emperador en el centro del  patio. Por otra parte, las fichas eran las muchachas indias más bellas que se movían de casilla en casilla y se disputaban el honor de jugar para el emperador. En lugar de dados se usaban conchas de moluscos que contaban un punto si caían con el hueco hacia arriba. Y de aquí sale su nombre, puesto que se usaban 25 conchas. Parchisi deriva de la palabra hindú Parcisi que significa 25.

Después de este apunte no se si empezareis a entenderlo, de todos modos seguiré con la explicación. Básicamente la culpa de que uno prefiera una cosa u otra radica, como de costumbre, en el cerebro, más concretamente me refiero a la amígdala cerebral. Este conjunto de neuronas localizadas en la profundidad de los lóbulos temporales tiene como una de sus funciones la involucración en la respuesta a las hormonas sexuales. Como contiene receptores tanto para estrógenos como para andrógenos surge entonces la teoría "derecha-varón", "izquierda-mujer" de la actividad de la amígdala. Así las conexiones de la derecha facilitan el seguimiento o vigilancia de los estímulos externos y la izquierda el de estímulos internos. Y en este punto es donde entra en juego lo que en psicología se conoce como "memoria genética". Muchas de las cosas que han llegado hasta nosotros son debidas a este tipo de memoria presente desde el nacimiento y que existe en ausencia de experiencias sensoriales y que es incorporada al genoma a lo lardo de largos períodos de tiempo. Esto explicaría porque un individuo arrastra tras de sí las memorias y personalidades de nuestros antepasados.

Si unimos todos estos puntos llegamos al final del laberinto. Por todo ello una vez se activa la parte izquierda de mi amígdala, me divierto con juegos que hacen pensar e investigar. Y debido a la activación de su parte derecha Ray disfruta más con el parchís porque su memoria genética le transfiere el deleite de ver corretear por el tablero a jóvenes hermosas que se pelean por sus atenciones.

Para terminar me gustaría hacerlo con una frase que jamás había tenido tanto sentido para mi como en este momento: "Comerse una y contar veinte".
Al fin y al cabo somos diferentes.:P

jueves, 13 de mayo de 2010

Por tu amor




Sobre mi cabeza cae
la férrea noche,
sobre mi pecho pesa
la fría piedra.

Por tu amor...

Lágrimas de clavicornio
sesgan el aire,
versos olvidados
abandonados a su suerte.

Notas de dolor
van anidando en mi corazón,
cúan ancestral diana
atravesada por flecha envenenada.

Por tu amor...

Al alba,
en el aire dibujé tu sonrisa.
Huyeron entonces las nubes marchitas.


Al despertar, las añoradas palabras
revoloteaban entre tus labios
como gráciles mariposas.

Por tu amor...

Aquella mañana soñé tu piel,
y al diablo vendí mi alma
esperando no perder jamás,
tu amor de vino y miel.

lunes, 10 de mayo de 2010

El último viaje



Querido diario:

Esta noche ha vuelto a suceder. Agazapada en el sofá, con las rodillas pegadas contra mi pecho, dejé correr el tiempo esperando a que llegara. Pero no sucedió nada, sólo un leve sueño del que desperté enseguida. La ansiedad estuvo devorándome las entrañas, durante todo ese tiempo, como alimaña hambrienta. El corazón desbocado, amenazaba con salirse del pecho, una y otra vez. Y yo, allí, sin el valor suficiente para volverme a enfrentar a mi destino. Ayer se me olvidó decirte que estuve por la tarde con Cris, afortunadamente su brazo está mejorando, pero no puedo dejar de sentirme culpable. Si ellos se enterasen de todo, me apartarían de su lado como a una vulgar loca. No puedo confiarle mi secreto a nadie. Sólo a ti, mi querido amigo.

Cuando el reloj dio las cuatro, el sueño me venció. Decidí que no podía retrasar más lo inevitable, así que me fui directamente para cama. Me adormecí bamboleándome entre el dulzor a jazmín que emanaba mi almohada, y me agarré a ella, creyendo que me protegería de todo mal.

Pero no fue así.

No se cuánto llevaba durmiendo, me sentí tan despejada que creí que ya era por la mañana. Una inmensa felicidad embargaba todo mi cuerpo, que ya había dejado de pesarme. Me desperecé, y al abrir los ojos, supe que me había equivocado. Y esta vez era distinto. Noté frío, algo gélido recorría mi espalda; y al girarme vi el techo contra mi espalda. Grité. Lloré. Y cuando creí que la cordura me abandonaba, un halo de serenidad me hizo comprender aquello; si es que tenía una explicación. La habitación permanecía a oscuras, tal como la había dejado, sólo la luz de la luna que entraba por la ventana, permitía diferenciar unas siluetas de otras. Todo ocupaba su sitio, incluso yo, que dormía plácidamente en la misma postura que tomé al acostarme. Viajé por la habitación acariciando cada una de sus paredes, exploré cada rincón como si nunca hubiese estado allí, y de pronto una idea me abordó. Las ansias de libertad me condujeron hasta la ventana, pero entonces, noté un golpe seco.

Me quedé un buen rato quieta, sin saber que hacer, y cuando reuní la suficiente fuerza, abrí los ojos de nuevo. Estaba otra vez en cama, sin embargo todo era diferente. Alguien había estirado las sábanas, dejando la cama perfectamente hecha, y yo estaba tumbada encima pero con los pies sobre la almohada.

Dime que no estoy loca, dime que sólo son ansias de volar, que mi alma me abandona víctima del aburrimiento que padece en este triste cuerpo. Dime... que esta noche, no volverá a suceder.

lunes, 3 de mayo de 2010

Contigo... sin ti



No hay palabra más bella,
que aquella, que quieras oir.
No hay estrella más clara,
que aquella, que quieras ver.
No hay sentimiento más puro,
que aquel, que quieras sentir.
No hay mundo mejor,
no hay vida más plena
que esta,
la que contigo...
quisiera vivir.

miércoles, 28 de abril de 2010


Como las hojas que van cayendo
poco a poco en algún lago perdido.
Como los nenúfares que permanecen estancados
y no conocen la impasividad del tiempo.
Así transcurre la vida en su recorrido,
mientras el tic-tac irrumpe
en la oscuridad de la noche,
rompiendo el silencio.

viernes, 23 de abril de 2010


Tus ojos, son el alba
cuando despierto.
Tu boca, manantial nuevo,
que aplaca al sediento.
Tu cuerpo, arroyo fresco,
que sofoca mi fuego.

Pero por más que quiero,
no puedo,
por tus caderas navegar.
perderme en tus brazos,
mar inmenso,
en el que me quisiera ahogar.

miércoles, 21 de abril de 2010

AYA SOFIA (II PARTE)


Decidí quedármela, al fin y al cabo, era un regalo divino, el hijo tan ansiado que mis viejas entrañas ya no podían engendrar. Tardé varios días en encontrar un nombre apropiado para ella, pero el destino me trajo aquí en el siguiente mercado. Aquella mañana la ciudad estaba atestada de peregrinos, era casi imposible circular por las calles; de repente, nos rodeó una multitud y aún no se bien como, la niña se me cayó de los brazos. La angustia se apoderó de mí, creí que la había perdido para siempre; cuando fui capaz de moverme había transcurrido tanto tiempo que ya la daba por muerta. Pero al agacharme me encontré con esos ojos negros que me miraban, moviendo aquellos bracitos, y al abrazarla me sonrió; como si a pesar de su corto entendimiento me estuviese agradeciendo que la salvase de nuevo. Entonces supe que debería de llamarse Sofía; allí delante de su templo, ella, y no yo, le había devuelto la vida. Así ha transcurrido nuestra vida hasta hoy, entre pesares y alegrías nos hemos acompañado mutuamente; pero desde hace un tiempo me siento afligida, ya no soy la mujer que fui, los avatares del tiempo merman mis fuerzas, y se, que mis días están llegando a su fin. Por eso ahora, mi señor, le suplico que se haga cargo de ella, para que esta vieja deje ya de sufrir.
El Sultán accedió inmediatamente a la petición de la anciana, y se llevó a la joven con él al palacio de Topkapi. Al llegar, las más jóvenes del harén fueron las encargadas de asearla; se les ordenó que no escatimaran ni en tiempo, ni en dinero, debía de estar perfecta para aquella noche.
Tras terminar la reunión semanal con sus ministros, se dirigió de nuevo al palacio; esperaría el anochecer en sus aposentos. La curiosidad por encontrarse con la muchacha nublaba su juicio, y no sabía el por qué. Hacia horas que no se podía concentrar en nada, ni siquiera el olor de los vientos de guerra,que se aproximaban, borraban la imagen de su memoria.
En el momento que el sol empezó a ocultarse por el oeste, las puertas de su habitaíón se abrieron; tras ella, aparecieron dos enormes estatuas de ébano, eran los eunucos encargados de vigilar el harén, y que en aquel instante custodiaban a Sofía. Los despidió a ambos, y también a su guardia personal, a pesar de su férrea opsición; anhelaba estar con ella a solas, necesitaba empaparse de su vida, y de sus palabras. A medida que ella entraba en la habitación, la tenue luz iba iluminando su figura; las suaves sedas que envolvían su cuerpo sólo ocultaban parcialmente aquellas largas piernas, que parecían esculpidas por un artista. El joven se fue acercando a ella despacio, entendía que se sintiese asustada, rodeada por extraños en un lugar desconocido. Le tendió sus manos, y entonces sus miradas se cruzaron. Es hermosa- pensó el Sultán - tanto que supera a las doscientas concubinas que residen en mi harén. Sintió, en seguida, que su cuerpo era presa del deseo, su verga inhiesta pujaba dentro de sus pantalones como una bestia enjaulada; tenía que ser suya pero no quería que fuese a cualquier precio.
Se sentaron en el diván dispuesto en la ventana, charlaron animadamente, y bebieron vino; la noche estaba resultando maravillosa, las carcajadas inundaban la estancia, y el presagio de lo que acontecería flotaba en el ambiente.
Sus cuerpos embriagados se necesitaban, se buscaron con la mirada hasta que se fundieron en uno solo. Se besaron, frenéticamente, como si el mundo se fuese a terminar en unas horas. Entonces ella se levantó, y sentada sobre él, lo despojó de la camisa; con la punta de su lengua recorrió uno a uno todos los centímetros de su piel, acarició su nuca y su espalda con las yemas de los dedos, hasta que lo sintió gemir. Entonces le cogió una de sus manos, y le indicó el camino hacia su sexo húmedo, que palpitaba bajo aquellas lujosas gasas. Poco a poco, el muchacho la fue despojando de sus vestidos; el satén resbaló delicadamente por sus hombros, dejando al descubierto la turgencia de sus pechos; entonces se regodeó lamiéndolos hasta que sintió como se endurecían ante el contacto con sus labios. Durante un instante, ambos se miraron, manteniéndose en silencio; no había palabras en el mundo que les diesen consuelo, para que habían de malgastarlas. Se besaron, se abrazaron de nuevo, hasta que finalmente se poseyeron. Abandonados a su suerte, navegaron a la deriva hasta bien entrada la madrugada; ninguno de los dos quería volver a puerto. Aquella noche se juraron amor eterno; al día siguiente, el Sultán anunció su compromiso, y concedió a sus concubinas una carta de libertad.

martes, 20 de abril de 2010

AYA SOFIA


Aquella mañana decidió salir del palacio, a pesar de que su guardia le aconsejaba lo contrario; los ánimos se habían ido caldeando a medida que pasaban los días, y por su bienestar, los jenízaros rodeaban la ciudad apostados en lo alto de las murallas cubriendo las entradas y las salidas. El palafrén lo esperaba en el patio con su nueva adquisición; a sus ojos aquel animal era el ser más bello que había encontrado sobre la faz de la tierra.
Con paso firme se dirigió hacia la aldea, era día de mercado y las calles estaban atestadas de gentes; entre el bullicio de los que ofrecían voz en grito sus mercancías, se alzaban las de otros que regateaban intentando ajustar el precio. A medida que su corcel avanzaba, sintió en su piel la caricia de las sedas que ondeaban en los puestos, el color de los tapices teñían el paisaje a su alrededor, aumentando y disminuyendo la luz, como la haría el sol en su recorrido diario. Llevaba ya, tanto tiempo recluido, que su mente anestesiada no era capaz de asimilar tal cantidad de estímulos; de repente se sintió mareado, pero no quiso hacer un alto en el camino, prefirió continuar, y seguir deleitándose en aquel maremagnum. La calle llegaba a su fin, como un río que está a punto de colisionar en su encuentro con el mar, allí en la entrada a la plaza central el gentío se agolpaba en un intento de no ser arrastrados por la fuerte corriente. Era una plaza octogonal, y cada puesto, desde tiempos inmemoriables tenía su lugar; a la derecha las hogazas de pan blanco, aún humeantes, estaban dispuestas de forma piramidal, de forma que si algún ladronzuelo echaba mano de una de las de abajo, el resto se caerían, poniendo en sobreaviso al panadero. A su lado, y siempre en sentido contrario a la luz del sol, iban colocándose la fruta, la verdura, las especias, hasta llegar por último a los puestos de la carne y el pescado. Al llegar a la ciudad, a todos sus visitantes les extrañaba sobremanera, aquella particular disposición; y por supuesto, el Sultán también lo percibió, e hizo llamar a uno de los mercaderes para que le diese una explicación. El pescadero, fue el elegido, con presteza se presentó ante su amo portando el delantal lleno de sangre y de visceras; dejó caerse al suelo suplicando clemencia a su señor. A su señal, dos guardias lo levantaron del suelo, y uno de ellos le transmitió la pregunta al tembloroso mercader.
Con voz entrecortada le explicó que a lo largo de los siglos se había hecho de esa manera, por que los antiguos habían descubierto que los puestos colocados a la derecha recibían todo el calor del sol desde el alba hasta el mediodía; así pues llegada la tarde, la pestilencia emanaba de sus puestos debido a que la carne y el pescado comenzaban a pudrirse, ahuyentando a todo aquel que se acercaba dispuesto a dejarse sus monedas.
El Sultán complacido por la oratoria del vendedor, desmontó decidido a dar un paseo y mezclarse con el tumulto. Sus sentidos se veían ahora embriagados por los olores que se entremezclaban en el ambiente, era como una paleta inmensa de acuarelas reposando unas sobre otras, intercalándose, y volviéndose a separar por la mano de un pintor atrapado por sus musas. De repente algo llamó su atención, era el puesto más humilde de todo el mercado; el toldo que algún día había sido de un majestuoso color rubí, estaba hecho jirones, y pendía a ambos lados de un modo no predeterminado. Através de él, tímidos rayos de sol se colaban para reposar sobre la multitud de saquitos dispuestos a lo largo del mostrador; en el frente de cada uno de ellos rezaba un nombre: romero, hinojo, laurel, diente de león, manzanilla, té rojo, té negro, y así una larga lista que no parecía tener fin. Se quedó maravillado observándolos, embobado con aquella anciana, que con cada saquito vendido, obsequiaba a sus clientes con una historia. No podía dejar de escucharla, había algo en ella que lo atraía como un imán; hasta que de pronto, la anciana posó sus ojos en el joven Sultán, que permanecía allí de pie, como si de una estatua se tratase, sin hacer el más mínimo ruido. La anciana se le acercó, y tendiéndole una mano lo invitó a que la acompañase a su lado.
- Déjeme que le cuente una historia joven príncipe - acertó a decir la mujer. Ahora que mis días están llegando a su fin, necesito vaciar la difícil carga que he llevado estos años conmigo.
El joven parpadeo suavemente, y con un ligero movimiento de cabeza, le confirmó que estaba de acuerdo.
Entonces ella prosiguió: Aprendí este oficio de niña, ya que mis padres también eran mercaderes. He ido de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, ofreciendo mi mercancía al mejor postor, sin ningún sitio al que regresar, sin el calor de un hogar que me resguardase en las frías noches de invierno. Por esta razón tampoco quise casarme, no podía hacerme a la idea de vivir de otra manera, y tampoco he tenido hijos, aunque, si le digo la verdad, a veces los eché de menos. Pero, un buen día, hace unos años, Dios escuchó mis plegarias, y de vuelta del mercado encontré algo en el camino. Era un fardo pequeño, de lienzo blanco, y enseguida pensé, en las buenas monedas que conseguiría por él, en el siguiente pueblo. Apuré el paso por miedo a que alguien más lo hubiese visto, y cuando lo tuve en mis manos, un gemido salió de dentro. Era ella; con una mano levantó una manta andrajosa tirada en el suelo,que estaba su lado, y con la otra señaló el cuerpo que descansaba debajo.
El muchacho, estupefacto ante tal acontecimiento, no tuvo palabras y le pidió amablemente a la anciana que continuase con la historia.



martes, 13 de abril de 2010

El Pueblo (III parte)

De camino hacia el hostal, el mecánico le informó que no se preocupase por nada, que el seguro se haría cargo de todo; incluido el hospedaje y el coche de alquiler que le traerían al día siguiente. No tardaron mucho en llegar al lugar, por lo poco que pudo ver Silvia, aquel era el único edificio de todo el pueblo que tenía dos plantas. Atravesaron la puerta de entrada, y allí además de la recepción se encontraba el bar, también el único del lugar como supo más tarde. Tras registrarse, el hombre se despidió de ella hasta el día siguiente, no sin antes entregarle una de sus tarjetas, por si necesitaba llamarle con cualquier duda. Creyó que le sentaría bien un café antes de acostarse, así que se acomodó en la barra esperando ser atendida. En seguida apareció una mujer bajita y rechoncha, ya entrada en años, y con una sonrisa tan grande que ocupaba parte de su cara. Venía de la cocina, y con ella un olor rancio, a fritura requemada, que inundaba toda la estancia, impregnándose hasta en la piel. Silvia sintió naúseas, pero con la mejor de sus sonridas intentó disimularlo. Tras servirle el café, la camarera se atrincheró frente a ella, era evidente que no se marcharía sin averiguarlo todo; Silvia entonces, se insufló de valor y se dispuso a ponerla al corriente de todo lo acontecido. En medio de aquella conversación se enteró de que aquel pueblo se llamaba Villalpando, a unos cuarenta quilómetros de Benavente. Al oir ese dato sus músculos se relajaron, era como si supiesen que la civilización estaba ahí, a un par de pasos. Entonces los párpados empezaron a pesarle, había llegado la hora de irse a la cama. Se despidió cortésmente de aquella buena mujer, y escaleras arriba fue hacia su habitación. No era gran cosa, la decoración estaba pasada de moda, y la pintura de las paredes empezaba a desconcharse por alguna esquina, pero al menos tenía baño propio. Se sentó en un lado de la cama y se sacó las botas, en seguida se sintió aliviada y sin terminar de desvertirse se quedó dormida. Bien entrada la madrugada algo perturbó su sueño, medio atontada se incorporó en la cama y permaneció en silencio intentando averiguar aquello que la había despertado. No oyó nada. Se levantó, el despertador marcaba casi las tres de la mañana, y fue hacia la ventana. Allí fuera todo parecía estar en calma, hasta la luna aquella noche parecía tímida escondiéndose tras las nubes. Convencida ya de que todo había sido fruto de su imaginación, corrió las cortinas y se dirigió de nuevo hacia la cama. Al cabo de unos minutos volvió a escucharlo, y esta vez sabía que no lo había imaginado: era un susurro. Se dió la vuelta y metió la cabeza bajo la almohada, pensó que a última hora alguién había ocupado la habitación contigua, y que de sueño ligero intentaba entretenerse con algo de televisión. No le dió importancia e intentó conciliar de nuevo el sueño. A pesar de sus intentos seguía escuchándolo y su paciencia estaba a punto de acabarse. Sin dudarlo se levantó, se vistió rápidamente con intención de visitar la habitación de al lado y dejarle claro a su inquilino que no eran horas para estar molestando. Llamó un par de veces a la puerta pero no obtuvo ninguna contestación, lo que la irritó aún más. Atrapada por la desesperación abrió la puerta de la habitación, pero allí no había nadie. No podía creer lo que estaba sucediendo, acaso se estaba volviendo loca. Corrió por el pasillo y a toda prisa bajo por las escaleras con la intención de encontrar alguna respuesta. En el bar tampoco encontró a nadie, entonces se acordó de la tarjeta que le había dado el dueño del taller. Le llamaría, en aquel momento era la única opción que tenía para aclararlo todo. Durante una hora marcó aquel número una y otra vez, hasta que las yemas de los dedos se le adormecieron, pero nadie le respondió. Sin embargo, por una vez en su vida aquel revés no la amilanó lo más mínimo, intentaría que algún vecino le ayudase. Fue visitando cada una de ellas, y tampoco encontró a nadie, parecía como si se los hubiese tragado la tierra. Impotente ante aquella situación pensó que era mejor volver al hostal y esperar a que amaneciese. Seguramente todo aquello tenía una buena explicación, y si no era así la luz del día la haría pensar con más claridad. Agotada por todo aquel ajetreo se durmió inmediatamente, su cuerpo flotó en una delicada nube hasta que al amanecer un gallo la despertó. Todo su cuerpo vibraba por la ansiedad acumulada, le parecieron eternos los minutos que pasaron hasta que logró llegar a la cafetería. Allí estaban todos, unos apuraban el café, otros sólo charlaban, y la camarera seguía enfaenada en la cocina como la noche anterior. Se sentó en la barra, y esperó a que le sirviesen el desayuno porque todo aquel trajín de la noche le había abierto el apetito. Para matar la espera echó mano de la prensa local, y allí en primera plana ella era noticia. A medida que iba leyendo las lágrimas fueron resbalando por sus mejillas, no podía ser cierto. No quería creerlo. El Heraldo de Villalpando daba cuenta en su primera página de que aquella noche, la fatídica curva del carril de aceleración se había cobrado una nueva vida. Ya en las páginas interiores explicaba que aunque inicialmente la mujer había sobrevivido, habían sido las graves heridas internas las que la habrían conducido a la muerte durante la madrugada.

lunes, 12 de abril de 2010

El Pueblo (II parte)

A pesar del ofrecimiento por parte de la Guardia Civil, Silvia decidió montar en la grúa que llevaba su coche hasta el taller más próximo. El pequeño trayecto que la separaba del pueblo se le hizo interminable aunque su acompañante intentó darle charla un par de veces; ante tan evidente negativa su interlocutor permaneció en silencio el resto del camino. Se sentía incómoda, no podía evitarlo, nada más subirse al vehículo su piel se había erizado, la sangre le hervía en las venas, y en la garganta un nudo le impedía tragar saliva. Entonces comenzó a amargarse, le daba vueltas a la idea que se estaría formando de ella aquel hombre. Estoy quedando como una perfecta maleducada, sólo intenta ser agradable.- se repetía una y otra vez. Al cabo de unos veinte minutos estaban recorriendo lo que Silvia supuso era la calle principal del pueblo. No podía salir de su asombro, aquello era la nada en medio de la nada, como podía vivir alguna persona allí. Apenas había media docena de casas repartidas a ambos lados de la carretera, y al final de ella se encontraba el taller, que aún mantenía el porte elegante que sus constructores le habían imprimido, pero que los años transcurridos intentaban arrebatarle. Sobre el portón de la entrada principal pendía un cartel enorme, sujeto por dos gruesas cadenas oxidadas, que chirriaban mecidas por la suave brisa nocturna: Silvia comenzó a tener miedo. El conductor de la grúa también era el dueño del taller, así que al llegar abrió el portón e introdujo el vehículo de Silvia en la nave. Mientras Silvia permanecía atenta al descenso del coche, el hombre desapareció. Presa del pánico se acercó a toda velocidad al lugar donde lo había visto por última vez, pero no había ni rastro. Salió a la calle, y bordeó la nave con la intención de encontrar otra entrada, pero enseguida se dió cuenta se su error; la única salida era el portón de entrada. Volvió sobre sus pasos, y cuando estaba acercándose a la carretera una mano la asió del brazo. De su garganta emanó un sonido gutural, más parecido al de una bestia que al grito de un ser humano. Se quedó paralizada, no tenía valor para darse la vuelta y ver quién la estaba sujetando. Entonces creyó oir una voz que le resultaba familiar, sin apenas mover su cuerpo giró su cabeza. Allí de pie estaba él, el dueño del taller con el resguardo del depósito del vehículo. No pudo más y reventó a llorar, entre lágrima y lágrima una risita histérica asomaba a sus labios. El mecánico, desconcertado por la aptitud de Silvia, decidió que en aquel estado era mejor que la acompañase al hostal.







lo siento, el desenlace...en el próximo capítulo.

viernes, 9 de abril de 2010

El pueblo ( I parte)

Había oscurecido hacía un par de horas, pero aún así Silvia decidió ponerse en marcha, con un poco de suerte en seis horas estaría en casa. La jornada había sido agotadora, de reunión en reunión no había tenido ni un solo segundo de respiro, de todos modos la sola idea de permanecer un minuto más en la capital le producía naúseas. Así que, tras tomar una taza de café emprendió rumbo hacia su destino. Sólo un pequeño atasco perturbó la salida de la ciudad, sabía que en cuánto hubiese cruzado las montañas el tráfico se volvería menos denso, y entonces el viaje se haría mucho más cómodo. Tras dos horas conduciendo llegó la medianoche, creyó que lo mejor era hacer una parada para descansar, y salió de la autopista en cuánto vió la primera estación de servicio. Tenía suerte, afortunadamente era una de esas que permanecían abiertas las veinticuatro horas. El aparcamiento estaba totalmente desierto, únicamente al fondo descansaban un par de camiones, perfectamente alineados, reconvertidos en habitaciones improvisadas. Pensó que sería mejor aparcar delante de la puerta del establecimiento, así el trayecto a recorrer sería menor, y aplacaría los temores anidados en su fuero interno. Cruzó como una exhalación,ya en el interior, una mujer de mediana edad reinaba detrás de la barra, con ese porte que sólo tienen aquellos que dominan el oficio tras tantos años ejerciéndolo. Se sentó en un taburete y pidió un café americano, necesitaba un aporte extra de cafeína si quería mantenerse despierta. Mientras se lo preparaban su pituitaria percibió el agrable olor que provenía desde la cocina, inmediatamente el hipotálamo envió una enorme señal a su estómago; se comería un buen trozo de tarta, de queso si era posible. Una vez dió buena cuenta de todo aquello, se dirigió hacia la tienda, le pidió al encargado que le llenase el depósito, y compró una bolsa de ositos de goma. Durante un momento, Silvia se sintió feliz, y mirando al aire sonrió hacia el firmamento, a veces era irracionalmente paranoica, y ese echo la atormentaba profundamente llevándola a parapetarse detrás de un gran muro. No podía evitar sentir miedo, todo le asustaba, desde la oscuridad de la noche a subir en un ascensor. Por eso sonreía, allí en el aparcamiento no había sucedido nada anormal, y eso la hacía sentir bien. Agarró las llaves del coche, desbloqueó las puertas, y se sentó al volante. Sólo le quedaban cuatro horas de viaje, un último esfuerzo que se vería recompensado cuando llegara a casa. Mientras se regodeaba en sus pensamientos abrió el paquete de chuches que había comprado hacía unos minutos, y conectó el CD. La estridente melodía salió de golpe por los cuatro altavoces a la vez, " I want to be bad" rebotaba contra cada pedazo de metal del vehículo, y volvía hacia ella como si de un buen boomerang se tratase. Le encantaba Off Spring, tenía toda su discografía, pero esa canción en concreto la había atrapado. Tras ponerse el cinturón arrancó el coche, y aceleró por la pequeña carretera que servía de carril de aceleración. Llevaba un buen trecho recorrido, cuando Silvia se percató de que la entrada a autopista aún estaba lejos, su buen humor entonces se trastocó en un cabreo supino, que salía por su boca en forma de exabruptos dedicados a todos los que gobernaban, y en especial a los encargados de las carreteras patrias. Subió el volumen del CD, y pisó el acelerador víctima de su enorme cabreo; a quién le importaba la prohibición de cincuenta que ondeaba a ambos lados de la carretera.
De vez en cuando su mano derecha soltaba el volante, para agarrar uno o dos ositos que pegaban saltitos a su lado, en el asiento del copiloto. Tras medio paquete, Silvia notó el exceso de azúcar en su boca, la notaba seca y empalagosa, pero por desgracia se dió cuenta de que no tenía agua. Tampoco le importó demasiado, no hay nada que no se pueda solucionar con un cigarrillo. Abrió el paquete con aquella diestra experta, y se llevó uno a los labios, pero cuando quiso encenderlo echó en falta el encendedor: estaba en el bolso. Con la pericia de un carterista introdujo su mano, y rebuscó sin éxito entre la marabunta de objetos que descansaban en aquella piel Louis Vuiton. Sin pensarlo dos veces, decidió echar una ojeada dentro, ¿que podía suceder? A esas horas era el único vehículo que transitaba por aquella maldita carretera. Tras un par de intentos lo localizó, lo agarró con fuerza y se dispusó a encender el tan ansiado deseo, cuando de repente... realmente no fue consciente de lo que sucedió hasta un tiempo después. Se había quedado dormida, todo era fruto de su imaginación, no estaba fumando, esa fue la versión que le dió al atestado de la Guardia Civil. La pareja de la benemérita la acompañó hasta que llegó la grúa, se ofrecieron a conducirla al hospital más cercano, pero ella rechazó amablemente su ofrecimiento, sólo quería irse a dormir y que aquella maldita pesadilla desapareciese de una vez.

miércoles, 7 de abril de 2010

CITA A CIEGAS

Por fin es jueves, pensó Julia, mientras acertaba a colar la llave en la cerradura. Tras abrir la puerta de su piso, apoyó los libros en el taquillón de la entrada, y con la habilidad de un buen lanzador hizo volar su cazadora, que aterrizó bruscamente en el brazo del sofá. Aquella maldita idea llevaba martilleándole la cabeza todo el día: una cita. Hacía mucho tiempo ya que no compartía su cama con nadie, pero ni siquiera ese detalle era suficiente para borrarle la cara de amargura, que la había acompañado durante toda la semana.

Durante el fin de semana, entre resaca y resaca, no fue consciente de lo que había pasado; demasiadas lagunas, demasiado grandes como para rellenarlas. Pero el lunes, la llamada de su amiga Lucía le refrescó la memoria. Agarrada al móvil le profirió toda clase de insultos, sin duda se los merecía, o así lo creyó, porque antes de que terminara de explicarse, Julia dio por finalizada la llamada. Toda su ira recayó en su amiga en los siguientes días, hasta que alguien de la pandilla le hizo ver el grave error que estaba cometiendo. Tengo que dejar de beber,´- pensó, o cualquier día me despertaré sin amigos. Al fin, el día llegó, y a medida que las horas avanzaban en el reloj, el desasosiego se apoderaba de ella. No temía no sentirse atraída por él, lo que más le asustaba era no saber con que tipo de persona se encontraría, ya que sus últimos encuentros habían sido un fiasco. Tras tanta experiencia nefasta acabó por convencerse de que sobre el planeta no vivía ni un solo hombre normal; Julia los dividió en dos grandes grupos: los tímidos que eran capaces de aburrirla hasta la muerte, o los que intentaban quitarle las bragas tras conocerla. Aquel juego ya no la divertía, prefería quedar con los colegas de siempre, sentarse al sol en una terraza y disfrutar de un caña bien fría.

Pero los jueves era diferente, aquellas cañas se entrelazaban con cualquier fiesta organizada en el campus, cualquier disculpa era buena para terminar desayunando en la cafetería de la escuela empatando con la primera clase de la mañana. Se preguntaba porque había de arruinar el mejor día de fiesta, por un tío del que no conocía ni su nombre. Aún así, la mataba la curiosidad, y decidió que acudiría, pero por si acaso preparó un plan B, y llamó a Lucía.

A la hora acordada Julia entró en el restaurante, y allí estaba él, apoyado en la barra. No puede ser -pensó, es guapísimo. Se quedó ensimismada, mirándolo, y no percibió que se dirigía hacia ella. La noche avanzó, a toda prisa,y Julia estaba encantada de haberse presentado, como podía haber pensado en no asistir: era un encanto, simpático, guapo, y además tenía un nivel cultural bastante aceptable.
Cuando la velada terminó, decidieron que irían a tomar una copa, había que alargar la noche tanto como pudiesen. Salieron a la calle, y allí en la acera, él le espetó que era perfecta, la mujer que había estado buscando toda la vida. Julia se echó a reír estrepitosamente, y luego se besaron.

Sintió frío, todos los huesos le dolían, no entendía que le estaba pasando. Abrió los ojos, ¿pero dónde coño estoy? -masculló para sus adentros. Se sentía aturdida, y notaba la boca pegajosa, lo había hecho otra vez, beber hasta la saciedad. Cuando se quiso poner de pie algo la frenó, una cadena sujetaba uno de sus tobillos al catre donde estaba tumbada. No entendía nada, lo último que recordaba era el beso que se habían dado delante del restaurante. Si Lucía quería darle una lección, ya la había aprendido, y comenzó a chillar para que alguien la sacase de allí. Al cabo de un par de horas sus fuerzas comenzaron a menguar, se derrumbó por completo y todo el miedo que tenía retenido afloró a través de sus lágrimas. Se quedó dormida, no supo cuánto, hasta que sintió frío de nuevo. Pero aquella vez era distinto,al abrir los ojos se encontró con él; allí de pie, lanzándole cubos de agua helada. Le preguntó hasta la saciedad porque le hacia aquello, le rogó que la soltase, luego le escupió, y lo insultó, pero él no se inmutaba. Al poco tiempo Julia se rindió, había perdido la noción del tiempo, y la falta de agua y de alimento la hacían delirar.

Aquel día la puerta de su celda se volvió abrir, su carcelero traía algo en una de sus manos: la llave de su libertad.
Le ayudó a incorporarse, y le quitó las cadenas. A continuación, con un paño húmedo le limpió la cara y las manos, luego le cepilló el pelo y con unas horquillas le sujetó los mechones que le caían sobre los ojos. Por fin él le sonrió, y la besó en los labios apasionadamente. Soy feliz, -le dijo, el hombre más feliz del mundo. Eres tan bonita, tan inteligente, eres perfecta, por eso tienes que entender que... no puedo dejarte marchar.

jueves, 1 de abril de 2010

Hubo un tiempo en que miraba a través de los ojos de un niño, con la dulzura y la inocencia que perdemos al crecer. Pero entoces su vida se transformó en hastío e indiferencia. Telas de araña fueron tejiéndose ante sus ojos, y creyó que lo mejor era atravesar las gotas de lluvia que se deslizaban por su ventana. En aquel mismo instante se dió de bruces con el mundo esperpéntico que danza ante nosotros, sin mediar hechizo, grotescas figuras hicieron aparición ante su atenta mirada; contorneándose, pendiendo de hilos ajados por el uso. A merced del viento iban y venían como si de un barco a la deriva se tratasen, perdiendo el control de sus miembros cuando se enredaban unos hilos con otros. De repente una punzada de dolor atravesó su cabeza, la cordura amenazaba con abandonarla, con irse para siempre. Volteó sobre si misma como una peonza, dió brincos, y rodó por el suelo. Sus entrañas palpitaban, sus carnes se abrieron:la intensidad del dolor era tal que dejó volar su conciencia, como quién libera al pájaro enjaulado. Agotada, exhausta, su cuerpo permaneció tirado en medio de aquella habitación esperando que desde la bóveda celeste alguién cortase sus hilos. Ya no tenía nada más que ofrecer que aquel envoltorio mortal, pero no era suficiente, en el abismo habitaban demasiados como ella.

martes, 30 de marzo de 2010

El frio aprieta el corazón, el alma vagabundea por la habitación buscando un buen lugar para acomodarse. Aún así debe de levantarse, enfrentarse de nuevo a ese mundo no inventado.

De puntillas recorre el tramo que la separa del baño, pero se le hace interminable, latigazos de dolor recorren su cuerpo haciéndola contornear como si fuese un muñeco de trapo.

Por fin, la tibieza del agua que recorre su cuerpo, la devuelve de nuevo a la realidad. Ficción, realidad, ¿dónde radica la diferencia?

Apretó la taza de café entre sus manos, y dió un sorbo que le quemó las entrañas. De pronto el calor se aglutinó en sus mejillas, y encendiendo un cigarrillo, dejó caer su cuerpo sobre una silla.

Ya no había vuelta atrás, como en todos los cuentos, el camino se había perdido.

lunes, 29 de marzo de 2010

Mujeres y hombres, y viceversa

Ahora que me veo sumergida en los anchos mares de la red, he descubierto lo filosóficos y profundos que podemos llegar a ser los seres humanos. Pululando por una de las muchas redes sociales que existen, hace unos días me hice admiradora de una página que aboga por dar tocinazos en la cara a un grupo de anoréxicas que protagonizan un anuncio televisivo. Me encantó la idea, pero echando una mirada al mundo, me he dado cuenta que la crítica, quizá se ha quedado corta. No voy a reflexionar sobre lo que ya se ha escrito durante demasiado tiempo, no voy a verter ni una gota más de tinta a favor de las curvas femeninas, aunque debería. A cada minuto que pasa siempre hay alguién que me recuerda que mi silueta se parece más a una carretera secundaria que a las rectitudes exigidas por el milenio. De todos modos lo que realmente me preocupa no es esto, ya estoy acostumbrada, lo verdaderamente atroz es lo que le está ocurriendo al sexo fuerte. Me siento triste y apenada porque al fin los pobres incautos han caido en la misma trampa que nosotras. Pero chicos, a vosotros os pregunto, ¿de verdad vale la pena tanto sufrimiento? Horas interminables de gimnasio, anabolizantes, proteinas,L-carnitina, implantes capilares, cuerpos totalmente depilados, cremas anti-ojeras, anti-bolsas, Jess-extender, crecepelos...Por favor no seais ingenuos, el "Action Man" sólo liga con la "Barbie". Y la Barbie, no existe, chicos. A las mujeres con curvas nos gustan los hombres de siempre. Esos que con los años se quedan calvos, los que se levantan con bolsas y ojeras después de toda una noche de fiesta, los que tienen pelo donde hay que tenerlo, los que forjan sus biceps con duro trabajo, los que lucen su "lorza" dignamente por la playa. Hombres, al fin y al cabo, normales, porque nosotras lo valemos. Pensad que llevamos desde el comienzo de la humanidad buscando la perfección, ya la buscaban los griegos y su filosofía, Santa Teresa de Jesús, hasta Freud la buscó a su manera. Hombres y mujeres de este mundo, la perfección no existe, mientras no seamos capaces de hacer, transplantes de cerebro.

sábado, 27 de marzo de 2010

HISTORIAS DE UN BAR

Hace un tiempo que frecuento un bar, un local que han abierto hace poco en el barrio. No es que tenga nada en particular con respecto al resto de garitos que pueblan la extensa piel de toro, pero lo que si que es cierto, es que en tan pocos metros cuadrados se dan cita un nutrido grupo de seres, que voy a clasificar como diferentes, y en el cual me incluyo. He de decir que llevo muchísimos años visitando este tipo de locales con cierta impunidad, a estas alturas del milenio aún se mira con cierto reparo a esas que como yo, visitan los bares solas, y se hacen un hueco en la barra. Normalmente mis visitas son cortas, un café y un par de pitillos mientras ojeo la prensa diaria; pero ocurre a veces que si me encuentro cómoda me tomo una segunda taza, y entonces una vez cerrado el periódico, centro toda mi atención en los personajes que entran y salen del local. Que nadie piense que lo hago con afán inquisitorio, nada más lejos de mi intención, como si yo no tuviese ya bastante con lo mio como para meterme en berenjenales ajenos. Pero a lo que iba, una vez sentados en la barra, de repente unos hilos invisibles unen nuestra mente, inexplicablemente, con la otra persona que está al otro lado de la barra. Sin explicación aparente, en el tiempo que el azúcar cae suavemente dentro de la taza, un halo de amistad revolotea ya en el ambiente, luego no mucho más tarde cuando el borracho de turno hace aparición en escena, la complicidad con el camarero/a de turno, ya es del todo patente tras un guiño cómplice. De repente y sin mayor esfuerzo tenemos un amigo, al que convertimos sin pedir permiso en nuestro psicólogo personal, y todo por el precio de un cortado. Al tercer o cuarto día, antes de que llegues a la barra, el café humea ya dentro de la taza, colocado delante del taburete que por casualidad has ocupado los tres días anteriores. Y tú piensas que aquello es todo un detalle teniendo en cuenta que en la mayoría de los sitios no te dan ni los buenos días. Al cabo de una semana te saludan por tu nombre,y tú con el ego hinchado como un pavo por Navidad, mientras entras, te contorneas como si fueses el susodicho animal. Luego un día decides tomarte allí el aperitivo, más tarde cuando sales del curro paras a tomarte unas cañitas, y cuando te quieres dar cuenta, pasas más horas allí que en tu propia casa. Eso es lo que me ha pasado a mi con el bar de mi barrio. De repente he sido atrapada en una vorágine de la que no soy capaz de salir, es posible también que no quiera salir porque me divierte en demasía todo lo que allí se cuece. Ya llevo cuatro meses dejándome caer por allí, y ahora además de la camarera, tengo que deciros que tengo una renovada agenda de amistades, otros que como yo siguen el mismo rictus, agonizante la mayor parte de las veces, sobre todo a ciertas horas de la madrugada. Allí sentada en el taburete, con cada trago que doy, engullo paulatinamente pedazos de vida de otras gentes. Trozos de corazón desgarrados por las miserias cotidianas de cada uno, que no son ni mejores ni peores, en ninguno de los casos. Simplemente se parecen tanto unas a otras que si no fuese porque puedo ponerle caras distintas a cada historia, a veces podría pensar que todo le ha ocurrido a la misma persona. Pues no, no son la misma persona, y a veces cuesta entenderlo. Puede que esto que acabo de decir parezca una perogrullada, una frase de pie de banco, pero tras mucho reflexionar me he dado cuenta que tras más de una década en el mismo barrio, he descubierto un nutrido grupo de almas errantes en las que jamás había posado la mirada. La respuesta a esta pregunta es tan obvia que me avergüenza: pasamos tan rápido por la vida, tenemos tanta prisa, prejuzgmos a los demás con una facilidad tan apabullante que sin reparar en ello nos convertimos en el ombligo del mundo. No quisiera que tras leer esto salieseis en masa a buscar amigos y adoptaseis a cada alma en pena que vagabundea por vuestra ciudad. No, no estoy halando de eso, me refiero al enriquecimiento, a ese crecimiento interior provocado por otras vidas. Hablo de respirar, y dejar que ese aire a veces envilecido llene nuestros pulmones, de impregnarse con la miseria y la riqueza que flotan en el aire; en definitiva, de convertirnos en mejores personas, si eso en este mundo de mierda aún sirve para algo.

jueves, 25 de marzo de 2010

A LAURA

Me niego, me niego a ser un simple instrumento
me niego a ser un simple ornamento,
peón baladí en todas las guerras,
me niego.
Son el aburrimiento y la desidia
madres de toda nuestra angustia.
Por eso... me niego.
Me niego a que vientres estériles
decidan que hacer con mi futuro.
Me niego a acatar vuestras normas
porque nunca mias las he sentido.
Me niego a vivir encadenada
prefiero morir a vivir arrodillada.
Por eso grito, grito bien alto: ME NIEGO.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Sólo al respirar me siento viva,
me siento viva con cada bocanada de aire que entra en mis pulmones,
pero vivir duele...duele como una puñadada.
Mientras mi corazón golpeé mis sienes me sentiré viva,
y con fuerza,
por mucho que duela.

miércoles, 3 de marzo de 2010

RAMÓN

Hoy quisiera hablaros de un hombre, Ramón es su nombre. Por casualidad, como ocurren casi todas las cosas buenas en esta vida, apareció sin previo aviso. De cuerpo pequeño y enjuto, su cara llena de surcos refleja la cara amarga de tantas vidas. Sin embargo, y a pesar de todo ello, pude ver en sus ojos algo que no veo la mayoría de los días: felicidad, creí ver que aquellos pequeños ojos me sonreían, y me sentí fascinada. Entre los balbuceos, las sibilancias y porque no decirlo también, que influyó en todo esto cierto grado de alcohol, Ramón en tono confidencial me hizo partícipe de su vida, como lo harian viejos amigos separados por la distancia. Nacido en Noia hace nada más y nada menos que setenta y cuatro primaveras, que a decir verdad, quizá hayan sido inviernos, duros y fríos inviernos sin el calor de un hogar, sin el calor de un amigo, deambulando de aquí para allá, durante tanto tiempo que se me antoja toda una eternidad. Alabé su osadía por vivir su vida a su manera, sin complejos ni ataduras, por la valentía de no encajar en ningún patrón establecido, y él , entre sonrisas me confesó que la vida durante el día se va llevando, pero la noche, cuando llega la noche que duro es dormir en la carretera. Sólo, de noche en una dura y fría carretera. A medida que pasaba el tiempo, la historia de su vida iba fluyendo sin pausa, usándola como moneda de cambio por el ribeiro al que yo lo había invitado. No poseía nada más que lo que llevaba puesto, andrajos inservibles en noches perras como éstas, una pequeña mochila a sus espaldas, donde a pesar de que vendía lo contrario, llevaba almacenadas todas sus penas. Y de aquella pequeña mochila fue sacando retales, y uno a uno fue hilvanándolos con dificultad, porque a cierta edad la memoria ya no es lo que era y porque hay ciertos recuerdos que llegado cierto punto, que más dan. Aún así, dejó a un lado las muletas sobre las que caminaba, y como buen sastre que es, con tres alfileres atravesó mi corazón. Toda esa fábula que me quise inventar sobre el trotamundos aventurero, era mentira, Ramón tenía un pasado feliz, o quizá su mente así lo recordaba, porque al hablar de él su rictus cambiaba, una mueca de dolor se hacía patente en su cara cuando hablaba de ella; una mujer que un buen día lo echó de su casa y de su vida para siempre. Pero da igual, repetía incesantemente, da igual, porque Ramón tiene muchas novias, y al repetirlo una y otra vez hasta el se reía dándose cuenta de lo necios que podemos ser a veces. Pero enseguida otro retal interceptaba al primero sobreponiéndose a toda prisa, entonces Ramón esbozaba una sonrisa. En Ferrol hice la mili, me dijo, y tenía un amigo que vivía en la calle...a saber, ni el mismo recordaba ya el nombre. pero esto es lo de menos. No tengo palabras, creo que aunque usase mil y un dialectos, lenguas vivas o muertas, no sería capaz de describir el brillo que adornaba sus ojos al hablar de su amigo. El único lazo de calor humano que, a mi pobre entender, lo sigue manteniendo unido al bando de los vivos. Y llegada casi la medianoche, allí lo dejé sumido en sus pensamientos en voz alta, agradeciendo aquella copa y los cigarrillos compartidos. Allí despedí a Ramón, pobre pero honrado. Éstas son las únicas palabras de su carta de presentación.

Nos quedan...600 días

Según Nostradamus cuando el 2012 llegue, el mundo tal como lo conocemos desaparecerá. No es que sea muy dada a creer en este tipo de adivinaciones, pero si que es cierto que siempre llamaron mi atención. Hasta hace bien poco me divertía pensando en la mente de este tipo, porque se asemeja en demasía a todas las mentes de farloperos y pastilleros que pululan entre nosotros. Sólo que a este le dió por escribir y dejar plasmados todos sus más íntimos pensamientos. Pero con lo que más me divierto es con toda la parafernalia que se ha montado a su alrededor. Grupos de expertos de todos los países concentrados en averiguar las claves de sus predicciones. Un halo de misterio envolviendo su vida, su pobre y mísera vida de yonki venido a menos. Os imaginais que dentro de 300 años alguién, por casualidad, encontrase el diario secreto de Alvaro de Marichalar; no quiero imaginarme al grupo de expertos analizando sus viajes alrededor del mundo y el oscuro impulso que lo llevaba a arriesgar su vida de tal manera. Es que me parto de risa, y no puedo evitar el volver a pensar en el pobre de Nostradamus. Porque estos días por desgracia para el mundo y afortunadamente para ellos, las señales de que el fin del mundo está próximo han hecho aparición: el terremoto de Haití, la ciclogénesis perfecta, otro terremoto en Chile con tsunami incluido. Y a pesar de que científicamente hay una explicación coherente para todos y cada uno de estos sucesos, de pronto han surgido algunas voces que ven en todo ello el comienzo del fin...supongo también que en el Vaticano habrán desempolvado la alfombra roja para dar la bienvenida a los jinetes del Apocalipsis. Señores esto se va a pique, pues si, puede ser. Creo recordar que así ha sido desde siempre. Es la evolución. Porque la Tierra es un ser vivo que también evoluciona, o eso quiero pensar, porque me viene muy mal que sólo me queden 600 días.