viernes, 5 de agosto de 2011

El libro

Encontré un libro abierto y se mostró
en la negritud de mi noche.
Esperando, pausado, a que leyese,
a que descifrase las páginas en blanco que me enseñaba.
Aprendí a leer lo que no estaba escrito,
dejé que mis torpes manos acariciasen ese braille imaginario,
que mis dedos disfrutasen de la forma regalada.
Me abandoné al silencio,
espanté mi alma dolida
porque ya no necesito palabras.
Encontré un libro abierto y, 
con la luna otra vez en mi cama,
soñé los senderos y mapas,
y los secretos que vuelan de madrugada.
Releo cada una de sus hojas como quien mece a un niño en brazos
y dejo que el agua clara me lleve,
que me acaricie la brisa, que me empape la vida.

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