viernes, 6 de agosto de 2010

SOÑAR


Cuando era niña soñaba, como todos los niños supongo, con cosas de niños. Mi mente se inundaba de princesas, de dragones, de castillos fabulosos, de nubes de algodón, de casitas de chocolate. Pasaba tanto tiempo soñando, que a veces necesitaba pellizcarme para volver de nuevo a este mundo. Volaba. Me dejaba ir con todo aquello que anhelaba, con todo aquello que me hacía feliz. De vez en cuando algún mayor me recordaba que tenía la cabeza llena de pájaros, y yo enojada, pensaba que si aquel don sólo lo teníamos los niños. Aún así era difícil creer que ellos no hubiesen vivido lo mismo, al fin y al cabo, ellos también habían sido niños. Al crecer, me prometí que jamás dejaría de soñar; y ahora cuando veo la cara de un niño me echo a reír, por que esos ojos y esas sonrisas sólo pueden tenerlas aquellos que pueden hacerlo.

Y yo me siento dichosa, porque a pesar del tiempo, sigo soñando con aquello que me hace feliz.