lunes, 3 de octubre de 2011

Donde la perfección no existe



Hace días que noto la ausencia de estas musas, que a ratos me consuelan y me regalan alegrías. Hace bastantes días ya que no atraviesan mi mente cientos de ideas, originales o no, ni siquiera esas veinte o treinta palabras que conformarían un pequeño verso. Me siento vacía, seca y sin vida como una charca en verano. En estos casos suelo recurrir a lo más fácil: mirar a mi alrededor y, teniendo en cuenta la que está cayendo, usar cualquier incidente para redactar una crítica feroz y despiadada. Pero esta vez he decidido qué basta ya...qué estoy cansada. Supongo que este hastío, que se ha apoderado de este envoltorio mortal, desaparecerá de la misma manera que ha llegado; pero mientras tanto, mientras me tenga como única morada, estoy decidida a dar un paso más allá...

El mundo está lleno de gente maravillosa  -quedaría muy poético, lo reconozco- Pero entre nosotros, (esto que no salga de aquí) todos sabemos que es mentira. ¡Qué no! no voy a criticar, por enésima vez la maldad humana. ¡No quiero! Sin embargo volveré a mi afirmación inicial, que sin ser cierta tampoco es errónea. Porque lo cierto es que si que hay gente buena, sólo que la cantidad a determinar es un enigma; pero por lo poco que sé del mundo, creo que su número es bastante pequeño. Aún así, a pesar de todos los inconvenientes que su busca nos podría causar -basándonos siempre en fundamentar nuestras hipótesis a base del tan socorrido ensayo clínico- No tenemos otra manera de comprobación que no sea ir asumiendo errores hasta que un buen día obtengamos un resultado positivo. Bueno si, hay otra manera, el encerrarnos en una burbuja y, rodando dentro de ella, esperar a que nos suena la flauta como en el cuento. Tropezaremos una y otra vez, perderemos las ganas de seguir, habrá momentos que nos invadan unas ansias terribles de tirar la toalla, pero no debemos hacerlo, o no deberíamos. A lo largo de nuestra vida, con suerte, tropezaremos por casualidad con dos o tres de esos especímenes en peligro de extinción, y entonces, y sólo entonces todo el arduo trabajo se verá recompensado. Quizá no formen parte de tu vida nunca, o si lo hacen, su compañía se reduzca a un breve espacio de tiempo, pero lo que hemos de pensar es en lo afortunados que somos por haberlos conocido. Nunca como en estos momentos, la bondad, mejor dicho su ausencia la ha transformado en un bien tan escaso como preciado, al menos para algunos. Hemos de liberarnos de esas mentes inquinas que disfrutan haciendo daño, tenemos que ser conscientes de que su poder radica en nosotros, y que sólo nosotros podemos vencer.

Sin querer esto se ha convertido en un discurso de apología de la bondad, y no quería, la verdad. Esto puede sonar como una bobada, pero realmente hacia donde quería ir, a donde quería llegar, es al equilibrio: a ese punto intermedio de la naturaleza humana en el que todos deberíamos de residir. Ese lugar donde la perfección no existe...

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