lunes, 2 de enero de 2012

Otro año más...

Abrí los ojos, y volví a mirar como lo hacía antaño:
con esos ojos de niña que lo tiene todo por descubrir.
Acurrucada en mis brazos, olvidé lo que refleja mi espejo
y dejé salir al otro lado.
Marqué su regreso con las gotas de lluvia que he ido recogiendo estos años,
con las cuerdas que até todos mis sueños,
con la llave oxidada que cerró mis deseos.
Otro año más, pero el mismo propósito de siempre,
y sin embargo, la sonrisa pintada en mi cara me susurra:
esta vez será diferente.
Se me agrandan los ojos como a un niño con zapatos nuevos,
me levanto de un salto, correteo, y de repente,
ya no siento gris el suelo.
Sigo pintando nubes,
saltando al vacío en cada pensamiento,
esperando que otro niño no se muera de hambre.
Amanece otro día, y pienso en ti, que ocultas tu cara,
y en ti que bilipendias, pero sólo por ignorancia;
y pienso en mi: al fin y al cabo, ni tan buena, ni tan mala.
Con la nueva luz recorro la calle, un nuevo muro a cada paso,
un nuevo escollo, otra zancadilla y de nuevo me caigo.
No te preocupes por mi, yo ya no lo hago,
mañana saltaré de nuevo al ruedo
y escribiré otro verso mientras hago que beso el suelo.
Olvidaré los rostros de los que me han olvidado,
apartaré los recuerdos que no pueden ser enterrados
por si necesito recuperarlos.
Amaré como si no tuviese mañana,
y odiaré con la misma fuerza para equilibrar la balanza.
Porque, amigos míos, de eso se trata.
No más magdalenas llorando
sobre posos de café abrumados,
no más guerra, ni más llanto, no más duelo,
no más lides banales, ni desiertos,
ni epopeyas desgarradas que corten, de nuevo, el viento.

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