domingo, 1 de enero de 2012

El primer día, a primera hora

El primer día, a primera hora,
mientras las primeras nieves pegan contra mi alma,
galopa el talento de tus manos al alba.
Dominan tus dedos el arte de ennudar mi piel,
de invertir mis colores,
de exhalar templados olores.
Se nos hace estrecha la sábana anudada,
que recorremos como locos funambulistas,
apostando lo que nos queda de vida.
A primera hora, el primer día,
mientras la cafetera silba nuestra canción,
anclaré tus caderas a las mías.
Luchando mi lengua por no perderse,
se vuelve pluma y escribe un nuevo verso,
se vuelve deseo y grita al viento.
El sudor encoge el mundo y se nos queda pequeño,
nos alejaremos de esta tierra,
seremos espaldas mojadas en otro cielo.
No hay sitio, no hay lugar para tanto sueño,
sólo donde los demás no llegan
hallaremos nuestro descanso de guerrero.
Profanaremos el Olimpo con nuestros pies desnudos,
allanaremos la morada de tanto dios ficticio,
seremos la llave mágica de las puertas de Pedro.

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