miércoles, 3 de marzo de 2010

RAMÓN

Hoy quisiera hablaros de un hombre, Ramón es su nombre. Por casualidad, como ocurren casi todas las cosas buenas en esta vida, apareció sin previo aviso. De cuerpo pequeño y enjuto, su cara llena de surcos refleja la cara amarga de tantas vidas. Sin embargo, y a pesar de todo ello, pude ver en sus ojos algo que no veo la mayoría de los días: felicidad, creí ver que aquellos pequeños ojos me sonreían, y me sentí fascinada. Entre los balbuceos, las sibilancias y porque no decirlo también, que influyó en todo esto cierto grado de alcohol, Ramón en tono confidencial me hizo partícipe de su vida, como lo harian viejos amigos separados por la distancia. Nacido en Noia hace nada más y nada menos que setenta y cuatro primaveras, que a decir verdad, quizá hayan sido inviernos, duros y fríos inviernos sin el calor de un hogar, sin el calor de un amigo, deambulando de aquí para allá, durante tanto tiempo que se me antoja toda una eternidad. Alabé su osadía por vivir su vida a su manera, sin complejos ni ataduras, por la valentía de no encajar en ningún patrón establecido, y él , entre sonrisas me confesó que la vida durante el día se va llevando, pero la noche, cuando llega la noche que duro es dormir en la carretera. Sólo, de noche en una dura y fría carretera. A medida que pasaba el tiempo, la historia de su vida iba fluyendo sin pausa, usándola como moneda de cambio por el ribeiro al que yo lo había invitado. No poseía nada más que lo que llevaba puesto, andrajos inservibles en noches perras como éstas, una pequeña mochila a sus espaldas, donde a pesar de que vendía lo contrario, llevaba almacenadas todas sus penas. Y de aquella pequeña mochila fue sacando retales, y uno a uno fue hilvanándolos con dificultad, porque a cierta edad la memoria ya no es lo que era y porque hay ciertos recuerdos que llegado cierto punto, que más dan. Aún así, dejó a un lado las muletas sobre las que caminaba, y como buen sastre que es, con tres alfileres atravesó mi corazón. Toda esa fábula que me quise inventar sobre el trotamundos aventurero, era mentira, Ramón tenía un pasado feliz, o quizá su mente así lo recordaba, porque al hablar de él su rictus cambiaba, una mueca de dolor se hacía patente en su cara cuando hablaba de ella; una mujer que un buen día lo echó de su casa y de su vida para siempre. Pero da igual, repetía incesantemente, da igual, porque Ramón tiene muchas novias, y al repetirlo una y otra vez hasta el se reía dándose cuenta de lo necios que podemos ser a veces. Pero enseguida otro retal interceptaba al primero sobreponiéndose a toda prisa, entonces Ramón esbozaba una sonrisa. En Ferrol hice la mili, me dijo, y tenía un amigo que vivía en la calle...a saber, ni el mismo recordaba ya el nombre. pero esto es lo de menos. No tengo palabras, creo que aunque usase mil y un dialectos, lenguas vivas o muertas, no sería capaz de describir el brillo que adornaba sus ojos al hablar de su amigo. El único lazo de calor humano que, a mi pobre entender, lo sigue manteniendo unido al bando de los vivos. Y llegada casi la medianoche, allí lo dejé sumido en sus pensamientos en voz alta, agradeciendo aquella copa y los cigarrillos compartidos. Allí despedí a Ramón, pobre pero honrado. Éstas son las únicas palabras de su carta de presentación.

2 comentarios:

  1. joder Fini, emocionada te dire q hay q ver como escribes...muy bueno...ya estoy esperando ansiosa el siguiente. Laura

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  2. Emocionada estoy yo al ver que por fin tengo una seguidora. Sólo por ti mi loca mente engendradora se pondrá en breves a parir para tu deleite. Un millón de gracias no serían suficientes, por lo tanto creo que lo mejor será que en tu honor escribiré lo siguiente.
    un beso!!!!!!

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