Y en las mañanas frías y calladas
la oscuridad de sus retinas empaña la claridad del aire que transita.
Arremete contra ella, contra las ensoñaciones almacenadas
tras esa puerta que guarda en su cabeza.
Cuánto tiempo dura ya esta guerra, este lid desgarrado
entre lo que se imagina cierto e incierto.
Cuántas tormentas sucedidas, cuántos argumentos diluyéndose en una alcantarilla,
correteando hacia esa profundidad, luchando por encontrar esa salida.
Y en las mañanas, en esas que cortan la piel, que congelan la sangre en las venas
se entrega a esa soledad que ansia cada noche cuando suena la puerta.
Es esa ventana, de la habitación, la que conduce sus sueños, sus miradas,
la que la invita a pasear, la que la obliga a ver una bandera blanca, donde sólo hay sangre.
Es ese cristal, empañado por el dolor y la tristeza,
la que la obliga a ver un castillo, donde ya sólo hay ruinas.
Es ese hueco, por donde entra la luz, el que arremete contra ella,
la que la libera de sus cadenas, aunque ella no quiera.
Precioso poema, de evocadoras imágenes, y preciosa foto, Fini. Enhorabuena.
ResponderEliminarUn saludo.
¡Buen finde, Fini!.
ResponderEliminarUn besazo desde Alicante.
igual David, disfruta de esta semiprimavera!!!
ResponderEliminarPorque lo dices tu...y punto.
ResponderEliminarY si todo lo que dices lo dices así, me callo. Digo amén.
Cuanto tiempo dura ya esta guerra de cada cual consigo mismo.
Muchos besos Fini. Y muchas gracias por lo atenta que eres siempre.