Pérfidos los oídos
que sólo oyen lo que quieren oír.
Engañosos los ojos
que ocultan lo que no queremos ver.
Falsa esta lengua
que enmaraña las letras,
que atrapa y escupe palabras,
que se anuda en la garganta,
que nos impide respirar.
Maldito el mundo de cristales de colores,
la chistera y el conejo.
Maldita la falsa moneda,
tramposos todos los que negocian con ella.
Maldigo por siempre el perpetuo espejismo
de este ancho desierto.
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