miércoles, 21 de abril de 2010

AYA SOFIA (II PARTE)


Decidí quedármela, al fin y al cabo, era un regalo divino, el hijo tan ansiado que mis viejas entrañas ya no podían engendrar. Tardé varios días en encontrar un nombre apropiado para ella, pero el destino me trajo aquí en el siguiente mercado. Aquella mañana la ciudad estaba atestada de peregrinos, era casi imposible circular por las calles; de repente, nos rodeó una multitud y aún no se bien como, la niña se me cayó de los brazos. La angustia se apoderó de mí, creí que la había perdido para siempre; cuando fui capaz de moverme había transcurrido tanto tiempo que ya la daba por muerta. Pero al agacharme me encontré con esos ojos negros que me miraban, moviendo aquellos bracitos, y al abrazarla me sonrió; como si a pesar de su corto entendimiento me estuviese agradeciendo que la salvase de nuevo. Entonces supe que debería de llamarse Sofía; allí delante de su templo, ella, y no yo, le había devuelto la vida. Así ha transcurrido nuestra vida hasta hoy, entre pesares y alegrías nos hemos acompañado mutuamente; pero desde hace un tiempo me siento afligida, ya no soy la mujer que fui, los avatares del tiempo merman mis fuerzas, y se, que mis días están llegando a su fin. Por eso ahora, mi señor, le suplico que se haga cargo de ella, para que esta vieja deje ya de sufrir.
El Sultán accedió inmediatamente a la petición de la anciana, y se llevó a la joven con él al palacio de Topkapi. Al llegar, las más jóvenes del harén fueron las encargadas de asearla; se les ordenó que no escatimaran ni en tiempo, ni en dinero, debía de estar perfecta para aquella noche.
Tras terminar la reunión semanal con sus ministros, se dirigió de nuevo al palacio; esperaría el anochecer en sus aposentos. La curiosidad por encontrarse con la muchacha nublaba su juicio, y no sabía el por qué. Hacia horas que no se podía concentrar en nada, ni siquiera el olor de los vientos de guerra,que se aproximaban, borraban la imagen de su memoria.
En el momento que el sol empezó a ocultarse por el oeste, las puertas de su habitaíón se abrieron; tras ella, aparecieron dos enormes estatuas de ébano, eran los eunucos encargados de vigilar el harén, y que en aquel instante custodiaban a Sofía. Los despidió a ambos, y también a su guardia personal, a pesar de su férrea opsición; anhelaba estar con ella a solas, necesitaba empaparse de su vida, y de sus palabras. A medida que ella entraba en la habitación, la tenue luz iba iluminando su figura; las suaves sedas que envolvían su cuerpo sólo ocultaban parcialmente aquellas largas piernas, que parecían esculpidas por un artista. El joven se fue acercando a ella despacio, entendía que se sintiese asustada, rodeada por extraños en un lugar desconocido. Le tendió sus manos, y entonces sus miradas se cruzaron. Es hermosa- pensó el Sultán - tanto que supera a las doscientas concubinas que residen en mi harén. Sintió, en seguida, que su cuerpo era presa del deseo, su verga inhiesta pujaba dentro de sus pantalones como una bestia enjaulada; tenía que ser suya pero no quería que fuese a cualquier precio.
Se sentaron en el diván dispuesto en la ventana, charlaron animadamente, y bebieron vino; la noche estaba resultando maravillosa, las carcajadas inundaban la estancia, y el presagio de lo que acontecería flotaba en el ambiente.
Sus cuerpos embriagados se necesitaban, se buscaron con la mirada hasta que se fundieron en uno solo. Se besaron, frenéticamente, como si el mundo se fuese a terminar en unas horas. Entonces ella se levantó, y sentada sobre él, lo despojó de la camisa; con la punta de su lengua recorrió uno a uno todos los centímetros de su piel, acarició su nuca y su espalda con las yemas de los dedos, hasta que lo sintió gemir. Entonces le cogió una de sus manos, y le indicó el camino hacia su sexo húmedo, que palpitaba bajo aquellas lujosas gasas. Poco a poco, el muchacho la fue despojando de sus vestidos; el satén resbaló delicadamente por sus hombros, dejando al descubierto la turgencia de sus pechos; entonces se regodeó lamiéndolos hasta que sintió como se endurecían ante el contacto con sus labios. Durante un instante, ambos se miraron, manteniéndose en silencio; no había palabras en el mundo que les diesen consuelo, para que habían de malgastarlas. Se besaron, se abrazaron de nuevo, hasta que finalmente se poseyeron. Abandonados a su suerte, navegaron a la deriva hasta bien entrada la madrugada; ninguno de los dos quería volver a puerto. Aquella noche se juraron amor eterno; al día siguiente, el Sultán anunció su compromiso, y concedió a sus concubinas una carta de libertad.

5 comentarios:

  1. Dedicada A Ray....porque una vez me dijiste que te gustaban las historias de amor con final feliz....jajajaja

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  2. jajaja, gracias!!
    Claro, soy muy de películas baratas. :D
    Eh, no quiero decir eso de la historia jaja!!
    Me gusta, aunque creo que pasan demasiadas cosas en poco tiempo.
    La pobre niña abandonada, acaba siendo la mujer más poderosa del reino, me lo puedo creer, :P, pero un par de capítulos más para poder hacerme una idea de Sofía... jajaja, vaya lectores, no saben más que exigir!!!!!!!!

    Está bien que estés tan ocurrente, cada vez te salen mejores cosas!!

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  3. también como eres...ojos negros, pechos turgentes, unas piernas impresionantes...que más datos necesitas...jejejeje.

    Volviendo a la discusión del otro día, hay lecturas que no te lo dan todo hecho, necesitan tirar del pensamiento y de la imaginación...

    gracias por seguir leyendo!!!

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  4. claro claro... pero como buen romántico que soy... físicamente ya me la podía imaginar, pero cómo era ella? y el sultán, que con 4 palabras robó su corazón¿?
    no te lo tomes como una crítica, ya sabes que soy de literatura de la mala :D

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  5. eh, que no me parece mal, es más, agradezco las críticas, es la única manera que tenemos para mejorar. La verdad es que tenía pensado alargarlo más, pero es que ayer tenía a dos lectoras presionándome para que terminase... y lo acorté todo lo que pude.

    Puedo decirte que el Sultán no necesito ni las cuatro palabaras, a veces, no necesitamos que nadie nos lie, ya nos liamos solos...

    y por cierto, la diferencia entre la buena literatura, y la mala, radica en que puedan hacer disfrutar o no a quién las lee. Si tú disfrutas leyendo, es que has escogido de la buena....jejejejejeje

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