Y dejar que este fuego interno salga al exterior,
para que se pierda entre moléculas de oxígeno inexistentes,
y se consuma a si mismo.
Entre estas paredes carnales se alimenta
y crece el monstruo, y sube al cielo
y golpea la cabeza.
Va martilleando día a día,
arrancándote la piel,
socavando en la herida.
Al final de este túnel no hay luz blanca,
no hay esperanza de recuperación,
simplemente, no hay esperanza.
Arden las entrañas en una pira,
sentida como propia,
aunque sea imaginaria.
Entonces rechazaré al sol,
me ocultaré, porque cualquier claridad
volcará más luz sobre nuestro miedo.
Que salga ya,
que se vaya ráudo el fuego,
no quiero ser ceniza en vida.
Ni alma en pena,
ni vagabundo de recuerdos inventados,
ni cadena que me ate al mañana.
Subiré la ladera más alta
si así pago el justo precio,
pero, por favor, acallad el fuego.
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