Con la piel tatuada por la vida y con el corazón roto he llegado al final del camino. Quisiera contaros que he sido totalmente feliz, que he disfrutado plenamente de mi vida, pero mentiría. Aprendí, quizá demasiado tarde, que sólo yo, era dueña de mi vida. Que no importaba lo estipulado, las reglas ni las normas, que nadie tenía potestad para tomar el timón de este barco. Dejé, entonces, que vientos huracanados me guiasen, que sólo las estrellas iluminasen mi camino. Decidí ver otros mundos, conocer otras gentes, empaparme de toda esa vida que había creído perdida. Al final de tan tortuoso camino me sentí cansada; cansada de ir dando tumbos de un lado a otro. De rebotar de una pared a otra, de sumirme en la más profunda de las tristezas. Así que, agarré mi corazón herido, y lo cosí pedazo a pedazo con cada pensamiento bueno que había tenido, con cada amor que había vivido, y al terminar vi que faltaban trozos. No eran muy grandes, pero si que los eché en falta. Rebusque en cada rincón del mundo, y al no encontrarlos, me di cuenta de lo que había pasado.
Este, es todo el oro que tengo, a vosotros os dejo esos trozos de corazón. Este es el legado, para aquellos, que una vez me amaron.
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