Creí al viento que escupía palabras a mi oído.
Escribí en la lluvia mi último deseo,
antes de ocupar la zanja que he escogido.
Sigo escudriñando ese horizonte, como aquel que caza,
ocultándome en el bosque de ese armario,
amasando ídolos con pies de barro.
Creí al viento y escalé el pico más alto.
Arañé la tierra con mi último anhelo,
es mi casualidad, otra causalidad del victimismo.
Sigo en busca de lo cierto entre bloques de cemento,
esquivando lo incierto que vive entre losetas,
ignorando al dios en el que no creo.
Creí al viento y cavé mi propia tumba.
Dicté mi epitafio al tiempo
mientras se hundía en mí el frío acero.
Y ahora que sólo soy aire, que soy sólo polvo,
atravesaré esta laguna baldía,
quizá allí encuentre lo que he perdido.
Tienes un lenguaje tan visceral que algunos pasajes recuerdan a Miguel Hernández.
ResponderEliminarGrande entre los grandes, él nunca se rindió, a pesar de que la suerte le dió la espalda. Pura visceralidad manaba por sus poros, no me extraña, cuando sientes tus huesos pudrir entre los muros que te encierran, cuando desayunas entre injusticia, y para comer sólo te sirven muerte. Grande, Hernández, que supo como nadie mantener su mente clara, y permanecer fiel a si mismo.
EliminarNi aunque naciese mil veces sería como él, pero me encanta la comparación.
Muchísimas gracias!!!