lunes, 29 de agosto de 2011

Al cobijo de un árbol


Me falta el aire, me ahogo en tus silencios,
no quedan losas bajo mis pies, desaparece el camino.
Es el tiempo ese animal muerto que juega con mi cuerpo,
que lo aturde y lo maltrata hasta dejarlo seco.
Crecen los muros tan altos porque han de ser derruidos,
y los niños jaleando, y el miedo una soga que cubre mi cuello.
Escogieron por mi un futuro que no va conmigo;
quiero escribir otro destino:
que me lleve lejos, que me lleve al cielo,
que me devuelva la inocencia de cuando era un niño.
Se acerca la tormenta, me lo cuenta el viento al oído
mientras corretean por el asfalto caliente
los versos que vomita mi pecho.
Rendirme a lo inevitable quizá sea otro juego,
lo afrontaré mientras no aparezca otro nuevo.
E incluso si llegase la noche de los tiempos,
esperaré aquí sentado,
no encuentro nada mejor por lo que luchar,
el orgullo me lo tragué con el café al desayunar.
Abriré mis venas y dejaré que tiñan este horizonte negro...
harta de hacer círculos en el suelo,
de mercadear con lágrimas y sueños,
de pagar, por tanta mentira, un alto precio.
Necesito un refugio, necesito descansar;
quiero que se pare el mundo,
quiero un árbol amigo donde poderme cobijar.
Me perderé en su sombra, me anclaré a sus raíces,
y dejaré que la brisa acaricie mi pelo.
Nos fundiremos en uno solo mientras nos alimenta la lluvia.
Y ahora que mi carne es madera,
que mis lágrimas son un río,
que ruede, de nuevo, el mundo.
Ya no oigo la guerra a lo lejos,
ya no tengo sueño, ni hambre, ni frío.
Oigo a los niños que ríen, que hacen un camino nuevo
con el muro destruido.

lunes, 22 de agosto de 2011

La ventana indiscreta


Ni siquiera Nostradamus fue capaz de vaticinar que el invento de los inventos acabaría por dominar nuestras vidas: hoy por hoy las redes sociales se han convertido en ese mundo paralelo donde todo es posible. Sus detractores abogan por recuperar esas ya, viejas costumbres, que algunos creen perdidas para siempre. Con la prohibición del tabaco, la crisis que nos embarga -a unos más que a otros, por supuesto- los negocios de hostelería ven cada vez más mermado su medio de vida. Ya no quedamos como antaño para disfrutar de una tertulia, de esas que se perdían en la tarde para teñir luego la larga noche que se avecinaba. Ya no se llenan las terrazas, aparecen despobladas como esos pueblos dejados de la mano de dios, porque los que antes las habitaban descansan plácidamente en su sofá mirando "el caralibro". Nos hemos inventando un mundo paralelo, donde cada uno, dependiendo de su imaginación, puede ser lo que quiera ser. Nunca, como ahora, hemos disfrutado de la posibilidad de ser superconocidos. Nos medra el ego colgando nuestras mejores fotos, incluso las hacemos para la ocasión para que todo el mundo pueda disfrutar de ellas. Otros prefieren, la socialización: coleccionar amigos se ha convertido en otro tipo de juego. Incluso los hay que ahorran dinero en psicoterapia, y nos hacen a todos partícipes de su estado de ánimo, de sus rupturas sentimentales, del cabreo permanente con el mundo...Sin embargo, con todo este amplio abanico a nuestra disposición, las redes sociales se han convertido en ese gran hermano que todo lo ve, que todo lo controla. Y no me refiero a ese tipo de majaderías que pululan por ahí: que si nos controla la CIA, el FBI, el MOSAD... o la madre del cordero; ni tampoco al hecho de que se han vendido todos nuestros datos a grandes multinacionales -de eso ya se encargó telefónica hace mucho tiempo-. Me refiero a nosotros mismos. Tan vacíos, tan aburridos de estas míseras vidas que tenemos, que mejor que controlar al vecino: a ese que no nos saluda, al que no nos deja colarnos en la cola del pan, a esa rubia cachonda que, en el mejor de los casos, sólo podriamos suspirar por ella. No sé en que punto de este avance nos hemos convertido en cotillas; Hitchcock, aquel gran genio, nos hizo un guiño que sólo unos pocos supieron entender. A través de esa ventana indiscreta nos asomamos a un mundo que nos mantiene aislados contra nuestra voluntad, que nos agarrota nuestros miembros, imposibilitando que nos movamos; y así pegados a una silla, no nos queda más remedio que contemplar a esa joven que vive enfrente, que siempre ha estado ahí, pero que jamás habíamos reparado en ella. Seremos testigos de excepción, una cinta rodada sólo para nosotros. Y para cuando queramos ser conscientes de ello, ya será demasiado tarde, porque ya estaremos atrapados en esta vorágine que no tiene fin. Reiremos, lloraremos, nos olvidaremos incluso de comer para no abandonar este puesto de excepción que nos ayuda a controlar el mundo. Seremos esos dioses del Olimpo, que aburridos jugaban con los pobres mortales: deshumanizados totalmente porque las agujas del reloj las movemos nosotros a nuestro antojo. Bienvenidos todos a esta nueva era.

jueves, 18 de agosto de 2011

Son tus palabras las mariposas que vuelan


Son tus palabras las mariposas que vuelan,
y antes de que se las beban los vientos del olvido,
las atraparé con mi lengua,
y las llevaré muy adentro para que se queden conmigo.

Serán por siempre el eco de mi voz,
los gritos ahogados en silencio,
los pensamientos enterrados,
el amanecer perdido en sueños.

Letras de resurrección y muerte,
expiación de este alma insomne,
son ellas la tintura que cubre el iris inerte,
que sólo sueña porque ya no puede verte.

Colecciono palabras huérfanas,
y una a una las voy cosiendo,
uniéndolas por siempre con hilos
invisibles a mi memoria.

Ansío las letras, quiero las palabras,
pero no las vacuas ni las indiferentes;
deseo las dulces, las que provocan risas,
las suaves y aduladoras, las sinceras y amistosas.

Son tus palabras las mariposas que vuelan,
las que anidan en mi corazón,
las que alimentan y dan sentido
al aire de mi alrededor.










jueves, 11 de agosto de 2011

Nudos



Somos lazos, cuerdas que penden del firmamento, anudados a esos ladrillos que lo conforman. Y como los hilos, hasta la más suave brisa es capaz de embrollarnos. Se nos anuda el estómago, se nos hace un nudo en la garganta, se nos anuda la lengua; hasta nuestros miembros son capaces de anudarse. Y en este cesto de mimbre, donde reposamos, nos anudamos a otro, al que tenemos al lado. No sé si por cercanía o por simpatía, pero así ha sido siempre. No hay nada que nos diferencia a unos de otros: las madejas varían de color, de tamaño también, pero al final todos permanecemos anudados, queriendo o sin querer.

viernes, 5 de agosto de 2011

El libro

Encontré un libro abierto y se mostró
en la negritud de mi noche.
Esperando, pausado, a que leyese,
a que descifrase las páginas en blanco que me enseñaba.
Aprendí a leer lo que no estaba escrito,
dejé que mis torpes manos acariciasen ese braille imaginario,
que mis dedos disfrutasen de la forma regalada.
Me abandoné al silencio,
espanté mi alma dolida
porque ya no necesito palabras.
Encontré un libro abierto y, 
con la luna otra vez en mi cama,
soñé los senderos y mapas,
y los secretos que vuelan de madrugada.
Releo cada una de sus hojas como quien mece a un niño en brazos
y dejo que el agua clara me lleve,
que me acaricie la brisa, que me empape la vida.

martes, 2 de agosto de 2011

MAGIA

Sucede la tormenta a la calma que inventa mi cabeza.
Sucede la noche al día que transita entre la niebla.
Sucede el llanto a la risa en esta vida de cadenas.
Desciendo al infierno cada mañana
en busca de calor para este corazón tan frío,
que ya no siente nada.
Asciende como el humo mi alma
en busca de otro cuerpo
al que no mortifiquen sus yagas.
Pero sucede al tiempo pasado el tiempo sin fecha,
donde no existe presente,
donde futuro ya no se escribe.
Y agazapada cada noche en mi tejado
sucede el mundo de cartón,
sólo somos títeres en este pequeño guiñol.
Sucede al claro una nube
y me subo a ella porque necesito ver el sol.
Sólo él me da la vida. Sólo él me da el calor.
Porque cada palabra que ahora no digo
mañana será una estrella,
que perdida, se ahogará en el mar de cristal.
Ya no quedan peldaños en esta escalera,
se han desgastado de tanto subir y bajar.
Esperaré una chistera que me quiera albergar.